martes, 29 de enero de 2008

" PROCUSTO"

LAS VERDADERAS ANDANZAS DE “PROCUSTO”

Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse

El ex presidente, cocina, a fuego lento, un engendro nuevo.

El Partido Justicialista, columna vertebral de una creencia social que se extingue, pobre errante, nómada y perdido que camina agonizando por un camino polvoriento, está ya muy cerca de caer en una emboscada.

El asaltante de caminos “Procusto” que operaba en el camino de Atenas a Megara, emboscaba caminantes y los llevaba a su casa.

Allí, había construido una especie de lecho de piedra rectangular (el lecho de Procusto) para acostar a sus víctimas en su interior. Atados y amordazados, eran llevados hasta el lugar del horror.

Si la víctima era más pequeña que el lecho, entonces Procusto la estiraba. Si era más larga, entonces le serruchaba las piernas.

Es y ha sido, una de las especialidades de este matrimonio :

Cortar todo en pedazos o estirarlo con horrible dolor para que las cosas, las realidades, los hombres y los escenarios, adopten así, las exactas medidas de su propio antojo. Pero el verdadero Procusto es él :

Si las cosas son más chicas, puede poner sus miembros a ser alargados con tientos que los puedan descoyuntar para que cedan.

Si acaso son más grandes, puede aserrarles las piernas y los brazos dejándolos del tamaño que le indiquen sus caprichos.

Él ha sido, por largos cuatro años, cabalmente, un cabal Procusto de la Constitución y de los tres poderes del Estado, de los índices, de las tarifas, de las sensaciones térmicas y de todo lo que podía poner en riesgo su mandato.

Y acaso, con tal ventaja, se pudo dar el lujo de ser un mentiroso sin la menor elegancia.

Ahora, con idéntica psicopatía, se apresta a emboscar con unas redes de pesca, al inveterado partido justicialista… y llevárselo a su posada.

Cortarlo o estirarlo para que entre en su lecho… y sea todo suyo.

Cuenta para ello, con una plétora de traidores, mercenarios, advenedizos y tránsfugas de la moral, capaces incluso de vomitar sobre una imagen del General en una ceremonia secreta, si obtuvieren algo a cambio.

Nadie puede ser honesto con el mero esfuerzo de la imitación.

Si un tipo no es virtuoso, su talento moral será siempre un andrajo.

Es bastante fácil ser un Procusto de lo legal y de lo jurídico siendo primer mandatario y contando, cada mañana, con un Parlamento de siervos.

Las tijeras para cortar y las correas para estirar, entonces, no están sólo en los decretos de necesidad y urgencia. Estuvieron en todos lados.

Con ellos, pudo escupir sobre todo el plexo legislativo y también sobre la Carta Magna desde un marco flexible de poderes cómplices y desde un erial político, muestrario de una orfandad de contrapoderes que resulta la más alarmante de toda nuestra historia.

Con sus sierras y sus tientos degollaron o descoyuntaron con gran saña cualquier cosa que les molestara.

Procusto, muchas veces, ofrecía agua y comida a los caminantes para que aceptaran entrar a su casa. Y una vez dentro, … los sometía.

Nuestro Procusto argentino, está saliendo ahora mismo al camino que va de Atenas a Megara, pasando por Puerto Madero, a emboscar o invitar a los viandantes a que ingresen a su Posada, donde les ha de servir, en la cena, las vísceras del viejo Partido Justicialista.

Sin temor alguno a que el tiempo descubra su moral en pedazos.
Sin temor a seguir mintiendo, con la plácida connivencia de una gran caterva de filibusteros que usaron con frenética militancia la camiseta de Menem y de Duhalde indistintamente. Sabe bien que todos, en derredor suyo, tienen su precio.

Un precio que, sin dudas, va directo a fulminar la escala del mérito, a hacer callar a los ilustrados, a igualar ignorantes con estudiosos y a remplazar lo cualitativo por las letrinas .

Sin temor a seguir cortando lo que, en su extensión, no le conviene y a seguir estirando lo que le aterra por su cortedad.

Cortando con sierra la moral de cualquiera, incluida la propia , y estirando con tientos las apariencias, para que no haya nada ni nadie que se resista a entrar, mansamente, al lecho de Procusto.

El libro de “cabecera” de los Diaz Bancalari, de los Scioli, de los Moyano de los Curto, de los Mazzón y de los Capitanich, y de todos los que se acoplan a este engendro, se titula “Elogio de la traición”.

Sus autores fueron Yves Roucaute y Denis Jeambar, quienes en algún momento, en sus páginas, llegan a sostener que en todo dirigente político, la traición es imprescindible y que debe ser tomada, en realidad, como el más puro acto de pragmatismo.

En general, el traidor, desea rápidamente enmascarar su acto vil y elige para su cometido a algún gran canalla que pueda ser inmediatamente descalificado y acusado de canalla.

Pacta con él, sin ignorar su condición de canalla.

Y sabe perfectamente bien que, en ese acto, su propia calidad humana desciende al averno convirtiéndose en un canalla mucho peor que el otro.

Se desata entonces, en cascada, un gran “contraejemplo” en la visión colectiva, porque las traiciones, tal como la perversidad, las plagas, la envidia y la corrupción, inducen a la repugnancia social, como toda miseria humana conocida.

Cientos de justicialistas, dirigentes del abigeato, supusieron siempre que el partido era una suerte de casa de citas en la cual se podía dormir una noche y salir al día siguiente.

Con todo este ejército de errantes, Procusto se dispone a anunciar que va a fundar el nuevo partido justicialista.

El gran nuevo justicialismo tendrá, pues, militantes que deberían andar permanentemente con corazas de hierro porque, en cualquier momento, les podrá caer una puñalada en la espalda.

Seguramente, el container de traidores y acróbatas de la camiseta que planean fundar este nuevo justicialismo, sobre las ruinas de lo que ha sido su propio partido, deberían llevar como blasón de su movimiento frentista y conscriptor, las viejas frases impuestas al bárbaro converso:

“QUEMA LO QUE HAS ADORADO … Y ADORA LO QUE HAS QUEMADO”.

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