El Tren Ladra
Las cifras son elocuentes. El "Tren Bala" costará un testículo y medio. Lo pagarían todos los argentinos y lo utilizarían muy pocos. Esos pocos que seguramente, no lo necesitan por que tienen los medios suficientes para viajar en avión o en sus vehículos particulares.
Por Eduardo Minervino
¿No es éste un país maravilloso? Puentes por todos lados, traslado de la Capital, rampas para discapacitados, autopistas modernas, tren bala a Rosario, (antes se anunció uno a Mar del Plata) , estadios techados, tangódromos, edificios públicos reciclados, aeropuertos sobre el río, bicisendas, canchas que absorben inundaciones y un Riachuelo impecable y perfumado, donde bañarse con abuela, nietos y cachorros… Muchas y onerosas promesas jamás cumplidas. Y las obras esenciales... bien gracias.
Polvo y telarañas cubren hoy las maquetas y los planos que se trazaron para el traslado de la Capital Federal a Viedma-Carmen de Patagones-Guardia Mitre, ciudades que estallaron de alegría el miércoles 27 de mayo de 1987, cuando el Congreso aprobó el proyecto de Raúl Alfonsín. Esperaban inversiones y progreso, pero sólo se quedaron con el viento.
Hasta el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) otorgó un crédito de 80 millones de dólares para mejorar los servicios de agua potable, alumbrado y cloacas de la futura capital, que, lógicamente, hubo que devolver.
Alfonsín fue, además, el primer presidente que anunció el puente Buenos Aires- Colonia, pero no el último: aún hoy funciona una comisión que estudia la viabilidad del proyecto.
Pasaron casi 6000 días desde el momento en que María Julia Alsogaray juró limpiar el Riachuelo en 1.000 días. El proyecto iba a demandar 500 millones de dólares, pero fracasó. Aún sin hacerse, costó más de seis millones de dólares, que hubo que pagar al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por no usar los créditos que se habían concedido para la obra.
También el padre de María Julia, Álvaro Alsogaray, transita por la galería de proyectos que ni Ramsés II se atrevió a diseñar. Hace una década, el capitán ingeniero fue el principal impulsor de la aeroísla, que iba a reemplazar al Aeroparque metropolitano y a demandar una inversión cercana a los 1.600 millones de dólares. El Aeroparque sigue allí, remodelado y sin camión de mudanza a la vista.
Impericia, burocracia, olvidos, corrupción, los imprevistos de la devaluación o simples cambios de planes se acumulan como capas de pinturas en las paredes de este país inconcluso.
En aquel país maravilloso (el de las promesas) se podría viajar de Buenos Aires a Mar del Plata en menos de tres horas, gracias a un tren bala similar al que despeina al monte Fuji en Japón. Otro tren ultraveloz (y ultracómodo y ultraeconómico y ultralimpio) llegaría al Aeropuerto de Ezeiza en 20 minutos desde el microcentro, para comodidad de los turistas y desgracia de los remiseros.
La fantástica autopista de la Ribera, un camino que correría por debajo, por arriba o al ras de Puerto Madero, según el anuncio, aliviaría el tránsito de Buenos Aires y permitiría unir los 800 kilómetros que van de Santa Fe a Mar del Plata en ocho horas. Sólo falta que alguien la haga.
Este país de los anuncios imposibles, se lanza ahora a licitar otro tren bala que unirá Córdoba, Buenos Aires y Rosario.
La francesa "Alstom" invertirá más de u$s 1.320 millones en el proyecto. La oferta de la compañía es casi u$s 30 millones menor al valor que había sido presupuestado por el Estado y la financiación para las obras, conseguida por Alston, es del 80% del total, a una tasa de 5,2% anual, mediante préstamos del banco Societe Generale.
La empresa también presentó una oferta para la opción B, consistente en la construcción de un tren de alta velocidad entre Buenos Aires y Rosario, y de alta prestación entre la ciudad santafesina y Córdoba, la cual se ubicó en 1.259.240.791 dólares, casi 160 millones de dólares más que el presupuesto estimado para esta alternativa, que era de 1.100 millones de dólares.
Las cifras son elocuentes. El "Tren Bala" costará un testículo y medio. Lo pagarían todos los argentinos y lo utilizarían muy pocos. Esos pocos que seguramente, no lo necesitan por que tienen los medios suficientes para viajar en avión o en sus vehículos particulares. Y el resto del país marginal, los millones de ciudadanos de a pie, viven sin posibilidades de acceder al transporte público. Y los que pueden usar el ferrocarril son humillados por la pésima calidad de los servicios.
En esta Argentina "rica" se deberían hacer las obras de infraestructura necesarias para que el tren llegue, como hace mucho tiempo, a todos los pueblos. Para que los apiñados viajeros del Gran Buenos Aires hagan el recorrido de sus hogares al trabajo y puedan volver a compartir el tiempo con su familia viajando dignamente.
Mientras esto no suceda, el tren de Kirchner, De Vido y Jaime no bala. Ladra.
Los Girasoles de Villa Gesell
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jueves, 14 de febrero de 2008
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