domingo, 24 de abril de 2011

LA NECESIDAD...


LA NECESIDAD NO ES UNA BUENA CONSEJERA

Por Enrico Udenio (*)

En estos últimos días se ha producido en la Argentina, una vez más, un conflicto cuyo eje se encuentra en la desesperada necesidad del gobierno nacional por encontrar más fuentes de ingreso ya que estos suben por la escalera mientras que los gastos lo hacen por el ascensor.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mediante un DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia), eliminó el límite del 5% que tenía la ANSES para ejercer sus derechos accionarios. Para justificar esta autoritaria medida, y digo autoritaria ya que no existía ninguna necesidad de extrema urgencia para “puentear” al Poder Legislativo, se sostuvo que el Estado quiere ejercer un mayor control para defender mejor las inversiones de los jubilados. Como lo demostró la Asamblea de Accionistas de Siderar (del grupo Techint), reunida días atrás, este argumento es falaz, ya que la votación del directorio mostró que con o sin la ampliación decretada por el DNU, el resultado final no se modificaba. La verdad que hay detrás de la mentira oficial es que el Gobierno Nacional necesita apropiarse del patrimonio que los jubilados tienen en las empresas privadas para poder así sostener sus subsidios en el año en el que justamente se elije nuevo presidente. Con este fin, intenta aumentar su participación en los directorios de esas compañías para presionarlas a que repartan más beneficios de los que habitualmente hace. De conseguirlo, esos beneficios acumulativos, que son parte del patrimonio de los trabajadores, formarán parte de la “caja K” y se esfumarán en los gastos del Estado.

DISCURSO INADECUADO

“¿Quieren que tenga también la política cambiaria como la Argentina con el dólar inflado y haciendo un proteccionismo feroz a la industria? ¿Vamos a hacer eso? Capaz que lo único que estamos haciendo si instrumentamos eso es engordar el Estado, que funciona mal". José Mujica. Presidente socialista uruguayo

Los oficialistas han salido a defender este DNU. La portada del diario Pagina 12 sintetiza sus argumentos: “Su dinero es bienvenido, usted no”. A su vez, distintos ministros del Gobierno Nacional sostienen que con este DNU se trata de igualar a los accionistas ante la ley.
En verdad, se trata de argumentos inadecuados porque la cuestión no se encuentra en el concepto puramente económico (tantas acciones tengo, me corresponde una equivalente participación en el directorio), sino que el problema reside en que las empresas aceptaron las inversiones de las ex AFJP, luego ANSES, basadas en las leyes establecidas. Al cambiarlas sin dar participación al Congreso –que es, según la Constitución, el órgano natural donde se puede modificarlas) se están rompiendo las reglas del juego empresarial de una forma más afín a una dictadura que a una democracia republicana.

Para aquellos que lo desconocen, la reglamentación instituía mediante el inciso f del artículo 76 de la Ley 24.241 que: “En ningún caso las inversiones realizadas (por la ANSES) en una sociedad nacional o extranjera habilitarán para ejercer más del cinco por ciento (5%) del derecho de voto, en toda clase de asambleas, cualquiera sea la tenencia respectiva”.

Respecto al alcance del DNU que aboliría esa ley, la Corte Suprema de Justicia sentó el año pasado jurisprudencia con un fallo delimitando los parámetros que deben seguir. Según este fallo, el reciente DNU n° 441 se extralimitó en la modificación de una ley y excedió lo determinado por la Corte Suprema.

Es éste, un muy buen ejemplo de lo que significa cuando decimos que las inversiones desaparecen en la Argentina porque no se respetan las leyes que las regulan.

Recordemos que se entiende por “reglas de juego” a las leyes y reglamentaciones mediante las cuales los modernos Estados nacionales aseguran a los mercados las condiciones necesarias de estabilidad para el crecimiento y el desarrollo socio económico. Es esta estabilidad la que proporciona al sistema el empuje hacia un progreso económico sostenido, manteniendo el equilibrio entre las fuerzas financieras, políticas y laborales. Cuando el sistema no es sostenido por los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) aparecen las continuas transgresiones y el capitalismo se queda sin el capital. Es que el dinero es extremadamente sensible y reacciona en forma inmediata cuando no se siente protegido por leyes claras y permanentes en el tiempo.

Si bien la transgresión contractual y legal no ha sido un invento de este gobierno, sigue plenamente vigente en el país produciendo daños inconmensurables. El kirchnerismo o el peronismo nac & pop no es el único causante de generar estos daños. También son culpables muchos políticos opositores de la izquierda argentina (Binner, Solanas, y otros) que entienden que el Estado debe tener un nivel de intervencionismo sobre la economía bajo el paraguas del “nacionalismo” sin importar si para lograr tal intervención, se deba gobernar como si estuviéramos en una dictadura: a puro decreto. Para ellos, un fin deseado justifica cualquier medio –aunque sea ilegal o inconstitucional- en el afán por obtenerlo.

LA TRANSGRESIÓN CONSTANTE

“Yo no puedo creer en nada, aunque sea increíble.” Oscar Wilde (1856-1900) Escritor británico.

En una ocasión, el difunto y ex presidente Néstor Kirchner dijo que “alguien se quiere llevar más renta de la que le corresponde”. Por supuesto, esta frase nos enfrentó ante varios dilemas: ¿cómo se puede determinar si alguien gana más sin aclarar el concepto de “lo que le corresponde”? Porque, por ejemplo, ¿qué le correspondería a un almacén de ramos generales en el Gran Buenos Aires? ¿Y a un supermercado? ¿Un fabricante de autos? ¿Una carnicería de barrio? ¿Un quiosco? ¿Un granjero? ¿Y a una multinacional financiera? Hay que descartar una definición por porcentajes porque sabemos que un 20% de diez millones no es lo mismo que un 20% de diez mil pesos. Tampoco podemos comparar los beneficios que se buscan en un país de alto riesgo, como es la Argentina, con los de las naciones más estables. Entonces, ¿cómo podemos determinar lo que un empresario necesita de beneficio para que arriesgue su dinero en inversiones? Además, ¿es ético que decidamos u opinemos sobre un dinero que no nos pertenece?

No hay claras ni definidas respuestas a todas estas preguntas, por lo que la frase de Néstor Kirchner era inconsistente por el concepto que implicaba, e improcedente por las nefastas consecuencias que tuvo en el empresariado. Es que a muy pocos inversionistas les interesa arriesgar dinero cuando el poder político les indica qué beneficio considera correcto y/o cuánto es lo que tiene que distribuir entre sus accionistas.
Cuando la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner, dijo un año atrás: “No es cierto que en la Argentina no haya certezas para invertir. Siempre el capital se mueve por la rentabilidad y no por cuestiones sentimentales", demuestra manejarse sólo con la mentalidad de los empresarios amigos del gobierno o de aquellos que ya están instalados desde hace décadas y gozan de mucha experiencia y cintura política, porque a los demás no es justamente la rentabilidad lo que más los mueve. Aquí como en cualquier parte del mundo, la seguridad que dan las leyes y la no dependencia de los arbitrios y caprichos del poder político son siempre más importantes que los beneficios que pueden obtener circunstancialmente. Si no fuera así, nadie invertiría en países que detentan records de inversión como son los Estados Unidos, Japón o Alemania, por ejemplo, ya que los porcentajes de beneficio que se pueden obtener en estas naciones son ínfimos comparados con los de otros países.

LA CULTURA POPULISTA

“El populismo es una degradación destinada a los ignorantes. Es la democracia rebajada en precio." Fernando Savater, filósofo y escritor español

La cultura populista nacionalista, sea kirchnerista, chavista o simplemente peronista, no está relacionada directamente con el socialismo. En nuestros vecinos, Uruguay, Chile y Brasil, fueron gobiernos socialistas los que durante los últimos años manejaron el poder político estableciendo una comunión de ideas con el poder económico privado. Con la constante mira de facilitar la renta, las reinversiones de esos beneficios y el incremento de la ocupación laboral, evitaron modificar las reglas de juego, y cuando las ideas lo impulsaban a hacerlo, sólo se concretaban luego de un largo y profundo debate con todas las partes involucradas, votación del Congreso mediante. Estos países crecieron mucho más que la Argentina y hoy por hoy, reciben las inversiones que no recibe el nuestro.

Alguien debería enseñarle a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner que los capitalistas invierten cuando el futuro del mercado es transparente y las reglas comerciales se cumplen.
Este nuevo DNU, que rompe con una ley ya establecida sobre la cual las empresas aceptaron vender acciones, generará consecuencias insoslayables: profundizará la sensación de imprevisibilidad empresarial y con ella, ahuyentará aún más al capital. Y recordemos que sin capital privado, no hay dinero genuino, y sin este dinero, la Argentina continuará el camino de su involución.

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