martes, 26 de abril de 2011

TODO POR UNA MINA





Pensamientos incorrectos
Todo por levantarse a una mina
Por Rolando Hanglin


En su momento lo afirmó el querible filósofo de Buenos Aires, Alejandro Dolina: "Todo lo que un hombre puede hacer, sean proezas y hazañas o, simplemente, hechos destacables, lo hace por levantarse a una mina".

Por supuesto, ese "todo" es proporcional a la dimensión del hombre y al lugar que ocupa en el mundo. Para un humilde chiquilín de barriada obrera que juega al fútbol en un campito de tierra con bastante cascote, la hazaña puede ser el gol de la victoria en un picadito de siete contra siete, y la "mina" en cuestión, una mocosita de trenzas rubias, la hija de la profesora de piano. Es cierto, ya no hay muchos pianos ni muchas trenzas rubias en el Gran Buenos Aires de hoy. El "look" es otro. Pero la esencia es siempre la misma, y ustedes me entienden.

Para un investigador de la Universidad de Chicago que busca la cura del cáncer de páncreas, la proeza es eso mismo, lograrlo, y además de la gloria médica, la gratitud de toda la Humanidad y el Premio Nobel, logrará que ella se fije en él. Ella podría ser la bibliotecaria de la Public Library , una mulata de anteojos, excesivamente seria, que esconde bajo sus párpados, algo somnolientos, la promesa de una gran pasión. Incluso se adivina tras el vestido, cerrado hasta el cuello, un cuerpo espléndido y sensible.

Pero no importa. No perdamos el tiempo. La "mina" es un sueño variable, y cada hombre tiene el suyo. Hay de todas las edades y colores, de todas las calidades de belleza, incluso las hay feas y malas.

Pero todo hombre sueña con una mujer, y quiere alcanzar su tipo particular de gloria para que ella lo mire y lo ame.

En los últimos tiempos, esta teoría de Dolina ha resultado favorecida por los hechos de la realidad.

Martín Lousteau, ex ministro de Economía, el muchacho de los "rulitos", ha tenido un encuentro personal con Juanita Viale , la más bella, distinguida, deseada mujer del cine y la TV de nuestro país. Casi para cualquier hombre, Juanita "es demasiado".

Martín Redrado, ex-presidente del Banco Central, protagonizó un romance, breve pero esperamos que volcánico, nada menos que con Luciana Salazar. La más sexy de todas las mediáticas.

También Amado ( Aimé ) Boudou, actual ministro de Economía y precandidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, disfruta de una bella compañía. Se llama Agustina Kampfer. Muchas felicidades para esta pareja de sonoridad franco-prusiana.

¿Estos hombres han hecho semejantes conquistas porque llegaron a "algo", como podría ser el caso de Alfonso Prat Gay o el presidente ecuatoriano Rafael Correa, que también tiene admiradoras en este país? No necesariamente. El triunfo deportivo, la figuración política, la popularidad, el poder en cualquiera de sus formas, atraen la mirada femenina. Es indudable que, como descubrió Dolina, los hombres hacemos todo tipo de cosas para que ellas nos miren. Subimos a la cumbre del Aconcagua, combatimos a pie y provistos de una boleadora con un malón de pampas a caballo, asaltamos bancos, consumamos sangrientas revoluciones y, en un nivel más modesto, salimos campeones en el torneo dominical de bolitas de nuestra cuadra, ubicada en Laferrere, sector Sur.

Pero no por ello logramos que nos mire la chica que nos gusta. A veces nos miran las otras, pero no aquella, precisamente aquella, la que baila desnuda, envuelta en tules, en nuestros sueños de madrugada, y nos besa en la boca. Esa no. Esa no nos mira. Son cosas que pasan.

Después de mirarnos, tenemos necesariamente que gustarle, y eso no es tan fácil. En el caso de Lousteau, Boudou, Martín Redrado o Alfonso Prat Gay, son muchachos jóvenes, de buena familia (es decir con buenos modales) y excelente aspecto, de manera que tal vez los hubieran atendido igual, aunque no fueran famosos. Este detalle estropea un poco la teoría.

Otro es el caso de los futbolistas. "Carlitos" Tévez, notable deportista y triunfador en el mundo de los millones de euros, sale (o vive) con Brenda Asnicar. Maxi López es ahora el marido de la espectacular Wanda Nara. Diego Forlán, novio y prometido de Zaira Nara. Fabián Cubero, en pareja con la atrayente Nicole Neumann. Martín Demichelis, se llevó bien lejos a Evangelina Anderson. Diego Simeone, unido a la escultural Carolina Baldini.

Pero hay quienes sostienen que estas son parejas totalmente inevitables, digamos, naturales: famoso con famosa, joven con joven, rico con rica, él y ella se han hecho a si mismos. Ellas serán preciosas (es verdad) pero ellos tienen el porte atlético, la gracia del barrio y la velocidad mental que otorga cualquier deporte.

Hay casos que ayudan más y mejor a la teoría de Alejandro.

Charly García, único genio indiscutido del rock nacional, hombre que le puso en cuerpo a todas las aventuras peligrosas de la existencia y así quedó (igual que nosotros) sale con Mercedes Iñigo, una bella criatura de 20 años. Carlos Saúl Menem, en sus tiempos de oro, tuvo gran éxito entre las mujeres. No estuvimos bajo la cama, de manera que no sabemos si lo aprovechó o no. Pero éxito tuvo. Y lindo, tampoco era, como Charly. Ricardo Mollo (otro músico de talento) conquistó a la joven y bella Natalia Oreiro.

En definitiva: ¿Es cierto que los varones hacemos cualquier cosa, acometemos cualquier hazaña, para levantarnos a una mina?

Sumando todas estas anécdotas, más otras que cada uno conoce en su esquina, en su colegio y en la oficina donde trabaja, tenemos que darla por cierta.

Es verdad. Hacemos cualquier cosa. Incluso sacamos de la manga algunos talentos que no se nos conocían. A veces resulta: o sea que nos mira, le gustamos y la vida es bella.

Hay que aceptar la Teoría Dolina. Es la única salvación para uno.

Sí, uno.

Uno que no es millonario en euros. Uno que no es campeón de nada, ni de la bolita cuadrada. Uno que no fue ministro. Que no es famoso. Que no es, ni siquiera, un famoso asesino, como Ricardo Barreda, que consiguió novia desde el calabozo.

Uno, que no es nada.

Uno todavía está a tiempo de hacer algo que llame la atención de ella, aunque
sea en los cuatro minutos adicionales, mientras el referee mira el reloj.

¿O ya es tarde?

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