sábado, 30 de abril de 2011

LABERINTO


LA OPOSICIÓN EN SU LABERINTO

Por el Dr. Jorge R. Enríquez

El año electoral había comenzado auspiciosamente para la oposición. Acuerdos políticos, acercamientos electorales y candidaturas unificadas configuraban un paisaje bucólico que alentaba una opción vigorosa como alternativa frente al kirchnerismo.

En ese marco, se efectuaron las primeras de las diversas elecciones internas previstas por el peronismo federal para elegir a su “precandidato” a presidente, así denominado porque de acuerdo a la ley vigente, sancionada atropelladamente por el kirchnerismo después de su derrota electoral de junio de 2009, mientras mantenía la mayoría en ambas Cámaras, los candidatos surgirán de las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias que se celebrarán el próximo 14 de agosto.

Originariamente iban a participar más precandidatos de esta interna, pero finalmente quedaron sólo dos, Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Sáa. Felipe Solá desistió de hacerlo, por creer preferible presentarse directamente en agosto, y Mario Das Neves no quedó en una posición muy airada luego del muy ajustado y discutido triunfo en las pasadas elecciones provinciales chubutenses que, salpicadas de sospechas de fraude, ciertas o no, deslucieron su imagen.

Este sistema de internas pretende imitar, de alguna manera, a las primarias norteamericanas, que se realizan por estados en forma sucesiva y duran varios meses. Aquí se intentaron hacer por regiones. La primera de ellas fue en la Ciudad de Buenos Aires, donde Duhalde se impuso por una diferencia mínima.

Votaron algo más de 30.000 personas, lo que los dirigentes del peronismo federal calificaron como un éxito. Sin embargo, más allá del loable esfuerzo de resolver democráticamente las precandidaturas, no se percibía en la sociedad un clima electoral. En otras circunstancias, la cantidad de votantes debería haber sido mucho mayor.

Luego se sustanciaron comicios análogos en el Noreste argentino y más tarde…el papelón. Abruptamente, Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Sáa, que habían iniciado a los besos y abrazos su curiosa elección interna, decidieron no continuarla en otras lares de nuestra geografía, por mutuas acusaciones de irregularidades que se cruzaron y ahora ni se hablan.

Probablemente la gélida recepción que tuvieron aquellas elecciones en la ciudadanía, en especial en los sectores independientes, llevó a Ernesto Sanz a desistir de la interna que el radicalismo había convocado para el 30 de abril. Hay que recordar que el propio Sanz había impulsado esas elecciones, con el objeto de que el radicalismo no regalara valiosos meses de campaña y tuviera ya en mayo un precandidato bien instalado, apto para generar acuerdos y alianzas.

Por ende, la UCR proclamó a Ricardo Alfonsín como vencedor en esa contienda, en la que no tuvo competidores.

Sanz y Alfonsín tienen divergencias en cuanto a las alianzas que el radicalismo debe integrar. Alfonsín apuesta a un espacio de centro-izquierda, junto al socialismo y al GEN, liderado por Margarita Stolbizer. Aspiró incluso a sumar a Proyecto Sur, el espacio de Pino Solanas, pero éste rechazó públicamente el convite, con expresiones poco gratas para la UCR. Sanz, en cambio, anhela alcanzar un acuerdo amplio, que incluya al PRO y al Peronismo Federal.

En un caso se privilegia el componente ideológico. Alfonsín sostiene que el rejunte de corrientes muy diversas, aún cuando facilitara la victoria, lo que él niega, haría sumamente difícil el gobierno, lo cual a su turno permitiría el regreso del kirchnerismo. Por eso, dice que su límite es Mauricio Macri, pero curiosamente acepta una lista colectora de Francisco de Narváez.

Stolbizer, por su parte, enfatiza que si entra de Narváez, el GEN se va del Acuerdo Cívico. Elisa Carrió proclama que Alfonsín no sabe gobernar. Macri anuncia su candidatura presidencial, pero duda: muchos de su entorno le recomiendan ir por la reelección como Jefe de Gobierno.

La oposición bulle dentro de su confuso laberinto. Mientras tanto, el oficialismo mira ese sainete con inocultable fruición.

¿Hay margen para el optimismo para quienes queremos una alternativa a la situación actual? Sí, aunque sea difícil hoy convencer a alguien de eso.

La proximidad de las fechas en las que hay que definir las alianzas y las precandidaturas necesariamente va a decantar todo este maremágnum. Muchas figuras quedarán en el camino.

Idealmente, no deberían haber para octubre más que dos fórmulas serias de la oposición. Y, cuando ello ocurra, la propia ciudadanía se inclinará por el que aparezca con mejores posibilidades de enfrentar al kirchnerismo. Las alianzas que tanto les cuestan a los dirigentes serán hechas por los votantes en las urnas.

¿Peco de optimista? Tal vez, pero también pecan de pesimistas quienes juzgan el escenario de octubre con los datos provisorios de hoy. Miran la foto y no la película.

Por eso, quienes, como Sanz, creen que el frente debe ser amplio, entienden que no nos hallamos en circunstancias normales sino excepcionales, y que la línea divisoria en este tiempo no debe pasar tanto por el carácter más o menos progresista de los partidos que lo integren, sino por su defensa de la Constitución y del Estado de Derecho. Sostienen que la reelección de Cristina Kirchner agudizaría las tendencias autoritarias del gobierno, que tendería -ya sin mayores disimulos- a imitar la experiencia chavista.

En esta posición hay que ubicar también a Mauricio Macri, quien señaló que inclusive resignaría su candidatura presidencial si pudiera constituirse una coalición de ese tipo.

Las semanas venideras serán indicativas de la tendencia que predominará, lo cual dependerá en gran medida, también, de la percepción que se tenga de la fortaleza electoral del oficialismo. Si los sondeos mantienen o profundizan la imagen actual -a mi juicio, exagerada- respecto de que es posible un triunfo de la señora de Kirchner, en el supuesto que aspire a su reelección, en primera vuelta, muchos vencerán sus escrúpulos ideológicos.

Hay que tomar con pinzas esas encuestas bastante sospechosas que abonan el triunfalismo oficialista. La verdadera encuesta es la de las urnas.

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