De la corrupción del mimo (*) y de lo caro que sale el maquillaje
La ventaja del caradura es que nada lo conmueve. Sonríe hipócritamente satisfecho de sus fallos y mentiras sin conmoverse.
Mimo (a lo griego y romano) de cara pintada que se muestra sin pudores porque no paga el maquillaje.
Un breve repaso a una vergüenza argentina: Los Kirchner.
Por Juan Carlos Sánchez
Haga la prueba: Cuando en la TV aparezca cualquiera de los dos presidentes de la Argentina, el real o la formal, él o ella respectivamente, baje totalmente el sonido y vea los gestos. Nada se perderá porque nada de contenido hay en lo que dirán, no pierda el tiempo con ruidos molestos. Vea los gestos. Descubrirá si es medianamente listo, que le están mintiendo y no importa lo que digan. Haga la prueba, es fantástico. Patético.
La Argentina vive en el desasosiego (**). Esa inquietud inexplicable. Está relacionado con la seguridad.
La seguridad no es solamente policías en las calles o depósitos intocables en los bancos o ladrones y asesinos en la cárcel. Va mucho más allá, tiene que ver con nuestra historia y asuntos comunes, con la convivencia. Con encontrarse en el lugar donde uno se siente a salvo aunque sea mediana o temporalmente.
Cuando nos alejamos de hogar, del espacio que conocemos, del horizonte visto durante años o toda la vida (y este horizonte también es espiritual, es la historia común, los intereses compartidos, el reconocernos como hermanos o aunque sea como vecinos) comienza la incertidumbre. Es una especie de desasosiego como el que produce la mala circulación en las piernas, algo muy común en los ancianos. Este es otro síntoma físico que escuché de muchos que pasaron la tercera edad y están en la provecta. (Está asociado a la debilidad, no te sostienes bien y finalmente terminas en silla de ruedas y te mueres. Aplícalo a las comunidades.)
Nos dice el Dr. Alberto Scavarelli (en su artículo de esta misma edición) que nuestros mejores jóvenes, los más capacitados migran hacia horizontes más confiables. No encuentran sosiego en casa. La incertidumbre no mejora la calidad de vida, dice.
El Dr. Alejandro Olmedo Zumarán se interroga por la educación, objeto de lujo inalcanzable para la mayoría de los argentinos. (También publicada hoy). Nadie se preocupa por enseñarles a nuestros jóvenes a reconocer y amar el lugar donde sentirse a salvo.
En “El honor y la vergüenza” del Dr. Carlos del Señor Hidalgo Garzón marca la diferencia entre lo que fue, lo que es y el decepcionante qué será impredecible de una de las instituciones otrora más sólidas de la Nación. (En tapa de PyD). Dos institutos son por esencia sólidos: La Iglesia y las FFAA. A este último me refiero. ¿Cómo sentirme a salvo sin que nadie pueda defenderme? ¿Tendré que defenderme solo? Es el caos, sin sosiego.
“Soy de derecha, ¿y qué…?” nos dice el Prof. Ing. Sergio D. Rípodas Márquez en un artículo inolvidable donde desmitifica la tontería de poner en la misma bolsa la fe religiosa, la defensa de la vida, el respeto a las instituciones, el antisemitismo y los derechos humanos. (Dos veces publicada y lo será una tercera próximamente). Ahora Rípodas escribió 500 páginas de un libro, “Proyecto 20-20” que estará a disposición en pocos días con mi prólogo, que me honra, explicando desde la historia y su experiencia de vida por qué desde los países de derecha surgen las iniciativas mientras que los progresistas se quedan en la discusión estéril de la pavada. Raro, los progresistas no progresan y los ultramontanos sí.
¿Cómo hallar sosiego cuando parece que todo está perdido, donde el todo es una ensalada?
Mario Eberle Patterson se ocupa del petróleo y del remate de la Patagonia. No encuentra sosiego porque cree que si entregamos el oro negro la Argentina sufrirá crisis energética, frío en invierno y calor en verano y las industrias no producirán en su plena capacidad. ¿Y ahora qué? ¿No es lo mismo? ¿Cómo hallar sosiego en la duda?
Bernardo Neustadt no encuentra sosiego para su alma por unas pocas madres haciendo kkita en la Catedral. Pero si a Jesús le hicieron lo mismo y eran su pueblo… La kkita de estas es abono para la bronca, nada más, pero de paloma, sin color ni olor, como decía Perón.
Con la mimo-sa gobernando hallaremos el sosiego esperado. (?)
¿Se está ocupando de eso?
Veamos qué tenemos hasta ahora de novedoso: Un ex Presidente que gobierna, una presidentA que descansa, un Jefe de la Armada que surfea, una “madre” que putea y lamparitas bajo consumo gratis. Los presos políticos cambiaron de domicilio, los choros y asesinos siguen sueltos y pocos se estremecen ya por los muertos en las rutas. Ya nos acostumbramos. Esa es la mejor política, acostumbrar al pueblo y no hacer nada. Claro que…
¿Se acuerdan de ese cuento del que enseñó al burro a no comer? Claro que cuando aprendió, se murió. Pero aprendió…
Acostumbrarnos. Eso nos están enseñando. Es el paraíso de los payasos. Ríase ahora que después vienen los leones. ¿Y el dueño del circo? ¡Bien, gracias! Antes se llamaba pueblo, ahora masa. No hay seguridad de nada, hasta eso se robaron y los ladrones están sueltos y son ricos.
Es el desasosiego del país del mimo. Apague el sonido del televisor y vea la imagen desnuda.
Intente descubrirlos tras el maquillaje que no pagan, que pagamos nosotros mientras nos divertimos con los mimos.
Lo peor de la corrupción es el contagio. Es el mayor daño.
¿Por qué ser correctos en un escenario incorrecto? ¿Para qué? Te pasan por encima, hay que defenderse de alguna forma, sobrevivir. A eso estamos llamados los argentinos, a sobrevivir. De cualquier manera, sin espíritu, sin forma, sin alma, sin valores. ¿En serio? No era así cuando me educaron. Existía el valor de la palabra. Mi abuelo Juan entregó a sus puesteros de la Pampa de Pocho las casas y las tierras que necesitaban para vivir con dignidad. Tierras ricas de buenas cosechas de maíz y zapallos. Mi padre me enseñó que eran intocables aunque no hubiese papeles que lo asegurasen. Ninguno de los otros once hijos de mi abuelo Juan reclamó nada, nosotros, los nietos, tampoco. Ningún puestero hizo juicio de usucapión, no es necesario. La palabra vale. ¿Somos tan distintos a los mimos?
Cuando íbamos a robar choclos del Campo de las Hermanas (Esclavas del Corazón de Jesús de Villa Cura Brochero) que luego fue de mi Abuelo y ahora de mi primo Pedro, avisábamos. Cruzábamos el río (de los Sauces, en Mina Clavero) y regresábamos con la bolsa llena; avisábamos. Si nos respondían que no, que los necesitaban o que estaban vendidos, comprábamos los choclos en el almacén del pueblo. Así de simple era todo. Cosas de familia.
Cuando en Santa Fe nos cruzábamos con mamá a robar rosas de la plaza Eva Perón, antes Pringues luego Italia, la de la legislatura santafesina, para al cuadro del Corazón de Jesús, antes del corte avisábamos al jardinero para que él nos indicase cuáles. Había respeto por lo ajeno que en este caso era lo de todos. Igualito que con la ESMA.
Vivíamos en el sosiego que brinda una conciencia nunca del todo limpia -que lo nuestro lo teníamos- pero no tan sucia al menos. Ahora todo es jabón y maquillaje y de nuevo jabón y maquillaje. Nadie sabe a ciencia cierta qué es qué ni quién es quién, por las dudas siempre decimos que mienten y estamos tan acostumbrados (también) a la mentira que cuando venga el lobo ignoraremos los gritos de auxilio. Allí será el desasosiego del mimo.
La pregunta que queda es a quién imita el mimo.
Si vamos a la definición de la Real Academia que en la nota al pie se lee, para griegos y romanos su representación era obscena, baja, una farsa, una pantomima. ¿Nos imitan? Ojalá que todavía no, que no hayamos caído tanto los argentinos, ningún argentino; ojalá que sea una creación personal, que se imiten a sí mismos en un grotesco del género cómico. El día que tengan a quienes imitar habremos perdido la dignidad y el honor, de eso debemos cuidarnos, defendernos, porque la banalidad es contagiosa; es fácil y se cae en ella sin darse cuenta. Es la precariedad del espíritu, el vaciamiento del alma y con ello, la pérdida de la forma de la comunidad nacional que intentamos más que lo que somos. Si caemos tanto aprenderemos lo caro que sale el maquillaje del mimo, no seremos.
Termino la nota, lástima que siempre habrá un “continuará…”
(*) Mimo.
(Del lat. mimus, y este del gr. μῖμος).
1. m. Actor, intérprete teatral que se vale exclusiva o preferentemente de gestos y de movimientos corporales para actuar ante el público.
2. m. Entre griegos y romanos, farsante del género cómico más bajo, bufón hábil en gesticular y en imitar a otras personas en la escena o fuera de ella.
3. m. Entre griegos y romanos, farsa, representación teatral ligera, festiva y generalmente obscena.
4. m. pantomima.
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(**) Desasosiego – Lo contrario de sosiego (De sosegar).
Sosiego: 1. m. Quietud, tranquilidad, serenidad,
Misma fuente.
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