domingo, 17 de febrero de 2008

HACIA UN SEGUNDO BIPARTIDISMO

FTE: CRÓNICA Y ANÁLISIS

Por Diego Gonzalo Díaz



Mucho se ha hablado en estos días de las alianzas, contra alianzas, pérdidas o ganancias de capital electoral, acusaciones cruzadas y liderazgos de representatividad. La crisis de los partidos y sus ramificaciones por parte de antiguos representantes ha generado un principio de confusión no sólo para los votantes sino para los propios integrantes de la clase política nacional. Posicionarse en el oficialismo o en la oposición parece ser la prioridad dentro de este teatro de operaciones que lleva dos meses y que reacomoda sus piezas ante la nueva presidencia.



A priori el escándalo se desató con el acuerdo entre el ex presidente Néstor Kirchner y el tibio opositor Roberto Lavagna para normalizar al Partido Justicialista, bajo el mandato del primero. Este hecho no debería escandalizar a nadie si se tiene en cuenta que el ex Ministro de Economía tiene un carnet que lo reconoce como afiliado al viejo partido del General Perón. Mientras tanto, la verborrágica Elisa Carrió demoniza esta situación y pide para sí el espacio de la oposición en exclusividad, ninguneando a los Macri, los Rodríguez Saá y los Menem (estos últimos, los grandes perdedores de la disputa por el PJ).



La lucha se concentra hacia los espacios de representación. Pero la pregunta que recurre a si concuerdan realmente los partidos políticos que se disputan el poder y se oponen, con dichos espacios. Es aquí donde se comienza a perder visibilidad y se necesita armar un análisis diferenciado para simplificarlo. La idea consiste en borrar de los listados los nombres de los partidos políticos de referencia y tratar de englobar a las agrupaciones, con sus principales figuras a la cabeza. Es decir, un simple mapa político de izquierda-centro-derecha. Más allá de que se cumpla a rajatabla la teoría del péndulo donde todos los partidos se posicionan en el rango de 5 grados a la derecha del centro y 5 a la izquierda, este gráfico denota una ideologización llamativamente similar a la que se produce en las democracias europeas. Aunque la convivencia de espacios sería un poco conflictiva.



El espacio que se denominará centroizquierda asignaría en sus filas al movimiento liderado por Néstor Kirchner, acompañado por los seguidores de UNA con Lavagna, el Partido Socialista con Binner y Giustiniani a la cabeza; y el plato fuerte: la Coalición Cívica de Elisa Carrió, los representantes de la UCR y los márgenes residuales del Frente Grande que no se diseminaron en los anteriores. En realidad, y más allá de toda situación risueña, la diferencias que se pueden ver entre estos partidos son de forma y no de fondo. Carrió se diferencia del resto con su autodefinición de honestidad, el socialismo desde su doctrina centenaria, la UCR como los cultores y guardianes de la democracia y el justicialismo progresista como partido de masas y del pueblo.



En el otro rincón, se agrupan los representantes de la centroderecha, algunos también afiliados al PJ como los ultraliberales Menem y Cavallo, el descendente Jorge Sosbich que no pudo proyectar a nivel nacional su popularidad provincial y los representantes del PRO de Mauricio Macri, que no están haciendo pie a nivel nacional con su fuerza. Un poco más híbridos y camaleónicos se ubican los Rodríguez Saá, quienes se muestran como tradicionalista del peronismo, pero se les reconocen prácticas que los asemejan a este lado del centro.



Si a las visiones sobre temas puntuales y sensibles de la economía o de la institucionalización nos remitimos, las diferencias se difuminan y las propuestas suenan más a maquillaje para diferenciarse que a reales discrepancias entre ellos. La era marketing se ha instalado hace rato en la política del país. Pero, obviando a este hijo de la modernidad, no es descabellado pensar que si se encontrara un punto de acuerdo donde todos cedieran una parte con el objeto de llegar a una instancia superior, el tradicional bipartidismo argentino entre peronistas y radicales pueda pasar a erigirse entre un partido aglutinador de centroderecha y uno que reúna la centroizquierda. La fuerza centrípeta de los partidos argentinos (en palabras de Giovanni Sartori) genera no solo que no haya distancias importantes la derecha y la izquierda que orbitan en torno muy cercano al centro, sino que las tendencias políticas similares están acumuladas en un muy corto espacio y las diferencias tienden a borrarse, y no es una tarea imposible ver un frente común en un futuro no muy lejano. Todo dependerá de los intereses y las ambiciones de los actores, que tal vez deban hacer caso a aquella antigua marcha partidaria que reza en sus primeras estrofas todos unidos triunfaremos.

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