por Horacio Ricardo Palma
¡Larga vida a Hebe!
Ojalá viva por siempre. Me gustaría saber que nunca morirá.
Está vieja. Está cada vez más sola. Tanto, que a su “desembarco” en la Esma, apenas si fueron algunos centenares de personas. Y todos, claro, interesados en el suceso inmobiliario, antes que en la mentira revolucionaria.
Pobre Hebe, intentando redimir la sangre de los asesinos. “No pudieron con nosotros…” grita desaforada ante un puñado de aduladores. No pudieron no, Hebe… con usted no quisieron. Como a los locos, a usted la corren para el lado que dispara. ¿Se da cuenta que cada vez está más sola? Ni la Presidente la acompañó a su “Día D”…por lo bajo dice que su locura es piantavotos. “Ganó la vida…” grita la pobre Hebe…y sus palabras retumban en la soledad del edificio enorme. Grita, porque necesita gritar. En el silencio, los fantasmas se le deben tornar insoportables. Grita, ¡¡pero hay tan pocos!!. Ganó la vida…ganó la vida…ganó la vida…ganó la vida…el eco de su voz ronca, de bronca, rebota en las paredes desnudas. A su lado, un parricida sonríe nervioso con sonrisa de muerte. Hebe se alegra por los miles de muertos en las torres gemelas, brinda por la muerte dolorosa de Juan Pablo II, Papa. Apoya los secuestros de las FARC, se abraza a los asesinos de ETA, ensalza tiranos…y redime la sangre de “sus hijos”, asesinos de ayer nomás. ¿Ganó la vida, Hebe? ¿A qué vida se refiere? Porque usted parece saber solo de la muerte…está vieja. Y cada vez más sola. Piantavotos. Parece un perro rabioso, al que le tiran un poco de comida por debajo de la puerta…de lástima, y como para que deje de ladrar sus rabias. La platita…la platita. Y por la platita, doña Hebe acampa en la Catedral. Y mea en sus pasillos y caga junto al altar. Y si Bergoglio, Cardenal, la deja…entonces también la dejo yo, que soy de a pié. Ahora, que no me pidan limosna el domingo para limpiar las heces de Hebe. Ni loco. Que la guita la ponga el Cardenal, que es más santo que yo. Yo soy sincero, que también es una virtud, y digo que no me sale aguantarme callado semejante atrocidad.
Y ahí está Hebe. Le miro la cara. Está vieja. Y está cada vez más sola. Y está cada vez más loca y atormentada. La agobian los fantasmas de una conciencia puerca. Está en su infierno. Y se le nota. Como quemándose en vida. ¡Larga vida a Hebe!. Ojalá viva por siempre. Me encantaría saberla siempre viva en la Tierra. Pudriéndose en esta vida. Que es su infierno.
Sinceramente, no creo que merezca la paz de la muerte.
Publicado por Horacio Ricardo Palma
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