LA RARA HIPÓTESIS DE UNA GRAN CALAMIDAD.
(Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse). (12/8/2008)
Acaso el único miedo de los mediocres es tener que vérselas con un gran apremio ante una coyuntura de carácter crítico.
Una crisis súbita, no avisada ni previsible.
Allí quedan al desnudo, por cuanto no pueden apelar al plagio no pueden engañar, no pueden mentir, no pueden simular y lo que es más grave, no pueden postergar las decisiones.
Las coyunturas críticas son a los mediocres, lo que la luz de un fogonazo es a los vampiros. Esa sorpresa los deja girando en círculos como una mosca sin un ala, esperando lo peor.
Podrá lucir algo exagerado lo que aquí he de plantear, pero no imagino a alguien en su sano juicio que pueda impugnarlo objetivamente
Hace dos semanas hubo una reunión especial en una universidad privada de Santiago de Chile a la que concurrieron siete sismólogos de cuatro naciones sudamericanas. Dos de ellos, eran argentinos.
Como los sismos son impredecibles y todavía no se ha descubierto el método para establecer una probabilidad cierta de ocurrencia en base a síntomas y signos previos, la sismología moderna no solo ausculta las oscilaciones del suelo, sino que además examina mucho las estadísticas.
Las coincidencias estadísticas de varios movimientos de tierra de gran magnitud en los últimos 250 años, hubieran permitido establecer más de la mitad de esos episodios, con un 82 por ciento de probabilidad y con un error de no mas de 238 días antes o después de su aparición. Esto es así.
Argentina, Chile, Perú y Ecuador, según estos expertos, han entrado en una zona estadística considerada muy crítica que corre desde septiembre de 2007 hasta julio de 2010. Perú ya empezó a confirmar ese peligro hace muy poco tiempo.
Sin embargo, el riesgo mayor, se halla concentrado en Argentina y Chile, con una extensión de cordillera que cuadruplica a los otros países.
Podría hacerse, sólo como ejercicio de la imaginación, la hipótesis sobre que es lo que puede ocurrir si un día de estos, se desata en el país alguna catástrofe de magnitud, digamos por caso, un terremoto.
Pero con la basura despanzurrada por las calles y la anarquía sobre los residuos patológicos que existe en el país, tal vez los propios sismólogos para tranquilizarnos, nos indiquen que es mucho más probable que ocurra en la Argentina una epidemia ó una contaminación generalizada.
Y ni hablemos de algún accidente atómico muy grave, por el lamentable estado de mantenimiento de nuestras centrales nucleares.
Lo primero que surge en la imaginación es que, si se presenta en la Argentina alguna tragedia de esta naturaleza,… entonces sin ninguna duda, estamos virtualmente fritos.
Saldría a flote la gravísima precariedad de medios sanitarios previstos y la fragilidad de planeamiento e ideas de un gobierno que sólo sabe moverse “a vela” . Y que sólo navega si tiene viento a favor.
Sin esas condiciones, queda al garete.
Sin duda, la zona afectada por cualquier calamidad se convertiría muy pronto en un formidable foco séptico. Todos los territorios adyacentes empezarían a contaminarse por las pestes que, de hecho, ocurren cuando queda en el escenario una especie de cementerio a cielo abierto.
Acaso la señora que preside los destinos del país, sin planes y sin la menor idea de cómo proceder en ese caso, haría uno de sus discursos de alcalde y nos prometería que el desastre no se va a volver a repetir.
No pudiendo fusilar a algún sismólogo, se inclinaría entonces a buscar culpables entre los médicos y los rescatistas.
Su esposo movilizaría al PJ, pero sólo para publicar solicitadas en los diarios pidiendo donaciones de fondos para que los administre el partido y los distribuya alguien que sepa reconocer bien entre las víctimas moribundas, si son o no son del partido justicialista.
Quizás disponga que se debe movilizar al ejército y descubra allí, ya muy tarde, que los vehículos no tienen mantenimiento ni combustible, que los helicópteros no funcionan, que todos los puentes ó pontones de emergencia están arrumbados e inutilizados y que los medios logísticos son del año ’40.
Quizás se sorprenda mucho cuando vea que los medicamentos para emergencias no existen en ningún hospital, ni siquiera para atender los casos de las urgencias cotidianas, que los enfermeros y médicos están expulsados de los hospitales, no disponiéndose de personal con experiencia, que Chávez y Fidel no le envían ayuda inmediata porque están enfrascados en otros problemas, que las empresas que pueden ayudar fueron exiliadas del país.
Que no existe capacidad de alojamiento sanitario en ningún lugar del territorio nacional, que no existen ambulancias en condiciones operativas y que no queda otra que improvisar cualquier cosa, por cuanto nada, absolutamente nada, se podría poner en apoyo del desastre.
Sin ninguna duda, en un caso así, habremos de ver que, en realidad, somos Etiopía.
Que para darse el lujo de no tener planes, de lo cual se ha jactado el matrimonio presidencial, habría que contar al menos con algunos medios básicos elementales para que, aunque sea, lo improvisado produzca algún efecto correctivo singular.
Que el país, en realidad, en estos años no creció un bledo, y que lo ocurrido en materia de recuperación económica se dio por el clásico “rebote” de todo desquicio, a expensas de unos conocidos mecanismos de recaudación que son absolutamente artificiales.
Que no sirven, en tales casos, ni los decretos de necesidad y urgencia ni los pedidos plañideros, ni las convocatorias a todos los partidos políticos a quienes casualmente el matrimonio jamás ha invitado, ni siquiera para el mísero protocolo de una democracia formal.
Que además de tener suerte en muchas carambolas de la vida, además de la herencia conyugal del mando, además de un contexto internacional con viento de cola y además de que nadie se queja por el salvajismo impositivo, a veces viene una gran calamidad y quedan al desnudo, de un solo golpe, todas las realidades.
La mayoría de la gente piensa que en estas comarcas estamos libres de ese tipo de catástrofes de la naturaleza.
La hipótesis de una gran calamidad, no es hoy en absoluto un ejercicio privativo de los escépticos.
La conciencia y el sentido común de una gran parte de la ciudadanía no necesita demasiadas constancias para saber que los que nos conducen son un par de mediocres que han tenido torrentes de buena suerte.
La doctrina del planteo de las hipótesis está explicada muy claramente en la teoría de los supuestos implícitos, una genialidad que escapa al alcance de la comprensión de los mediocres.
Sobre la base un conjunto de certezas, hacer una hipótesis diseñando un escenario de crisis puede ser una contingencia para los expertos, pero es una obligación inexcusable para los que conducen las vidas de millones de personas.
Y la hipótesis de una gran calamidad, sobre la base de la certeza plena de vivir bajo el imperio de los mediocres, puede ser muy útil para los que prefieren lo racional a lo esotérico.
En este feudo, sirve mucho para ver hasta que límites inauditos pueden llegar los efectos de las imprevisiones graves, lo cual incluye aún a las comarcas cuyos emperadores son tributarios del culto a la mediocridad y quemadores de incienso para que jamás se les extinga la buena suerte.
Lic Gustavo
Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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