viernes, 15 de abril de 2011

IRRESPONSABLE


IRRESPONSABILIDAD ILIMITADA

Por el Dr. Jorge R. Enríquez (*)

Sorpresivamente, la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, anunció que la Policía Federal dejaba de custodiar los edificios públicos porteños.

El fundamento de la medida, según explicó, es que de tal forma se liberan efectivos para que estén en la calle, que es donde más se necesitan.

Se trata de un cambio en la vigilancia de 114 lugares, que van desde la sede del Ejecutivo porteño y ministerios hasta hospitales, parques y cementerios, que eran custodiados por 1400 agentes de la Policía Federal.

Queda así inerme la Ciudad Autónoma, porque ella no puede cumplir con las necesidades de seguridad que requieren esos ámbitos con los 1800 efectivos de la Policía Metropolitana, que tendría que dejar de cuidar las comunas en la que despliega su accionar para poner a todos sus efectivos en reemplazo de los policías federales.

Nadie duda de que se requieren más y mejor capacitados policías en la calle, pero es dudoso que no se los requiera con igual o mayor necesidad en algunos edificios públicos, que por sus características exigen contar con un mínimo de seguridad.

Más aún, pareciera que en algunos de ellos esa necesidad es clara, concreta y acuciante, mientras que "la calle" es un concepto demasiado vago. Aún en la calle, debe elegirse, porque los recursos humanos, como los materiales, no son infinitos, en cuáles habrá agentes y en cuáles no.

Pero sin ningún análisis serio -por lo menos que haya sido comunicado a la ciudadanía- de buenas a primeras los hospitales públicos porteños, por ejemplo, carecen de policías.

Por lo demás, si el argumento de la ministra fuera sincero -aunque equivocado-, no se entiende por qué la medida afecta a los edificios porteños y no a los nacionales.

La ministra contestaría, probablemente, que para los porteños existe la Policía Metropolitana. Es un motivo completamente falaz. Como lo hemos dicho más de una vez, la ley Cafiero, que reglamenta y restringe inconstitucionalmente la autonomía porteña luego de la reforma constitucional de 1994, establece que la policía que interviene en la Ciudad de Buenos Aires está en la órbita de la Nación, es decir, es la Policía Federal.

La ley 24588 es clara. En su art. 7 dice textualmente que “el Gobierno Nacional seguirá ejerciendo, en la ciudad de Buenos Aires, su competencia en materia de seguridad y protección de las personas y bienes".

En innumerables oportunidades se le reclamó al oficialismo la modificación de esa ley, para transferir la parte de la Policía Federal que se ocupa de la seguridad porteña al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El kirchnerismo, como antes el menemismo, se negó. Sólo admitió una modificación tímida y muy parcial a esa ley, que le permite a la Ciudad crear su propia policía, pero sin resignar el principio general, que determina la responsabilidad primaria de la Federal en esa cuestión.

Luego de esa modificación, el Gobierno de la Ciudad creó la Policía Metropolitana, que es aún embrionaria, está en formación y no cuenta con la cantidad de personal ni con la logística necesaria para sustituir a la Federal.

Por lo tanto, la medida del Gobierno nacional es temeraria e inconsistente, y su única finalidad es entorpecer la gestión de un gobierno que no se le subordina políticamente. No les importa -en el marco de esa concepción belicista con que conciben a la política- que en el medio los habitantes de la Ciudad y todos aquellos que transitan diariamente por ella queden más indefensos.

Es un ejemplo excelente de los desatinos a que puede llevar el "modelo" moyanokirchnerista.

Desde otro ángulo la medida se inscribe en el marco de la intención de la funcionaria de reducir paulatinamente los denominados “servicios adicionales” hasta llegar a la eliminación de esta modalidad laboral.

Este esquema les ha permitido a los agentes federales incrementar sus ingresos en cerca de $ 3000 mensuales, por la realización de esas prestaciones fuera del horario de servicio. Para paliar esa merma económica cada integrante de la fuerza que sea afectado a esas tareas de prevención general del delito en la calle, recibirá una compensación no remunerativa de $ 1000, con lo cual se termina perjudicando al personal policial.

A estos desatinos se ha sumado la actitud de Nilda Garré de emprenderla contra la Policía Federal, imputándole ineficiencia y corrupción, generando, así, la sensación de que la policía no es la solución sino el problema.

Ahora bien, si esta grave acusación es cierta, se trata en verdad de una notable confesión. La ministra de Seguridad alega la propia torpeza del gobierno que integra.

En efecto, el kirchnerismo gobierna el país y controla la Policía Federal desde hace ocho años. Antes, bajo la dependencia directa de quien sigue siendo el Jefe de Gabinete, el devaluado Aníbal Fernández; ahora, bajo el mando de Garré; pero siempre en la órbita del mismo gobierno, ese que, según se desprende de la machacona propaganda oficial, refundó la República Argentina el 25 de mayo de 2003.

¿Qué hizo en tan largo lapso para mejorar una institución tan sensible y tan necesaria, si es que los cargos son verdaderos?

Garré se comporta siguiendo el Manual del Funcionario Kirchnerista, es decir, como comentarista de la realidad, como si fuera una espectadora más y no quien tiene las atribuciones legales para modificarla.

¿Tiene pruebas de lo que dice? No, ella misma lo ha reconocido al manifestar que sus declaraciones se basaron en “dichos de vecinos” (sic). No parece una manera correcta de comportarse por parte de un funcionario nacional. ¡Cuántas cosas se dicen de ella y de sus pares en el gobierno que aquí no reproducimos si no tenemos certezas o vehementes sospechas sobre su veracidad!

Lo de Garré es, otra vez, "fulbito para la tribuna". En muchos oídos biempensantes, cae bien cualquier descalificación de la Policía. Entre tanto, la inseguridad no se detiene, y menos lo hará con una fuerza policial que es acusada públicamente sin pruebas por parte de su jefa. ¿Habrá aprendido esto en algún curso de motivación?

Es lo que hay. ¿Nos tendremos que resignar a esto?

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