miércoles, 6 de abril de 2011

SIGAN DIVIDIDOS ...LOS K RIEN


-Por ahora sólo conversaciones… Por Vicente Massot

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Si buena parte del arco opositor no creyese que -tal como se están precipitando los acontecimientos- sus posibilidades de ganar en octubre decrecen día a día, al mismo tiempo que, por distintas razones, se incrementan las de Cristina Fernández, ninguno de sus principales referentes hubiera siquiera pensado la idea de forjar una alianza amplia -capaz de incluir a todos- para darle batalla, unidos y no separados, al oficialismo en las próximas elecciones presidenciales.


De pronto, como sea, Eduardo Duhalde y Mauricio Macri, Ernesto Sanz, Julio Cobos y Francisco De Narváez parecen haber llegado, por diferentes caminos, a una misma conclusión: resulta menester explorar el espacio que eventualmente podría existir para armar y no dispersar esfuerzos de cara a un gobierno que amenaza arrasarlos.

Sería faltar a la verdad decir que ya se están tejiendo planes o que los interesados se han reunido a los efectos de poner sobre la mesa de negociaciones cuánto tiene cada uno en términos de votos y cómo imaginan la ingeniería de un proyecto teóricamente pertinente pero difícil de llevar a la práctica en razón de las -por momentos- abismales disidencias que arrastran no sólo desde el punto de vista ideológico. Lo que hay es una preocupación común y creciente en todos ellos respecto de la fuerza del kirchnerismo y de las chances que tiene de ganar -algunos hasta suponen en primera vuelta- la candidata del Frente para la Victoria.

Duhalde hace tiempo que baraja la idea de tender puentes en pos de un radicalismo al cual, según su criterio, es necesario acercarse sin preconceptos. A su vez, resulta un secreto a voces la intención del ex–presidente y ex–gobernador de la provincia de Buenos Aires de limar cualquier aspereza con el PRO y cimentar un acuerdo luego de substanciarse las internas del Peronismo Federal. De su parte, el jefe de gobierno de la capital acaba de pronunciarse en favor de la unidad de los partidos opositores con la coincidencia de que -de acuerdo a lo expresado en Mar del Plata a La Nación-él no tendría inconveniente en declinar su candidatura en aras de la unidad.

Otro que, desde hace meses, sostiene que en el principal distrito electoral del país, a fin de vencer a Daniel Scioli, se requiere imaginación y grandeza para que confluyan el PRO, el peronismo disidente y el radicalismo en un frente, es Francisco De Narváez. Tampoco es novedad que, en más de una ocasión, él y Julio Cobos tocaron el tema sin que ninguno de los dos retrocediera espantado.

El caso de Alfonsín es distinto. Aspira a encabezar una fórmula detrás de la cual estrechen filas el radicalismo, el socialismo, el partido de Margarita Stolbizer y no pocos sectores progresistas. Por eso rápidamente tomó distancias de los tanteos de sus dos competidores -Cobos y Sanz- diciendo que unirse al PRO espantaría a una masa de simpatizantes que él no estaba dispuesto a perder. Claro que públicamente no podría decir otra cosa. En petit comité, en cambio, no descarta a priori ninguna posibilidad.

No es menor, en este contexto, el peso que han tenido la victoria kirchnerista en
Catamarca; la debacle -más allá del escuálido triunfo de Buzzi- de Mario Das Neves en Chubut; las indisimulables divisiones que amenazan profundizarse -conforme pasa el tiempo- entre los tres precandidatos radicales acerca de su futuro y la insignificante cantidad de votantes que se movilizaron para dar su apoyo a Duhalde y Rodríguez Saa el domingo en la Capital Federal.

Suponer que la movida unionista -por llamarle así-está asociada al documento aparecido en los principales diarios del sábado pasado, seria ir demasiado lejos. Pero esa solicitada que firmaron políticos hasta hoy peleados entre sí y separados por un sinfín de motivos -si bien no es, ni mucho menos, el punto inicial de la unidad- trasparenta claramente el grado de temor que, por igual, recorre al arco opositor. De lo contrario Elisa Carrió no hubiese dado su conformidad para aparecer, por ejemplo, junto a Duhalde; ni Ricardo Alfonsín hubiese sido de la partida.

En los conciliábulos que tuvieron lugar entre los firmantes de esa carta durísima en sus términos críticos respecto del gobierno, se habló, muy por arriba, de hacer algo con vistas a octubre. Todo no paso de charlas preliminares sin arreglo a plan o libreto ninguno. Falta todavía que decante la situación y se limen asperezas que vienen de antiguo para que personalidades con pasados tan conflictivos a cuestas y tantos resquemores personales, puedan sentarse alrededor de una mesa. Sin embargo, a principios de año -para poner una fecha- hubiera sido descabellado mencionar la posibilidad de rubricar un documento así. Y ni hablar de una apuesta, por tímida y complicada que sea, a favor de la unidad.

Las variantes en las cuales se puede pensar seriamente chocan, por ahora, con los recelos propios de precandidatos convencidos, cada uno de ellos, de los derechos que tienen adquiridos. La preocupación es común -sin duda- pero llegado el momento, quién estará dispuesto a bajarse de sus aspiraciones; quién será capaz de dar un paso al costado; quien demostrará la grandeza suficiente a la hora de postergar ambiciones de años y dejar que otro tome la posta. El riesgo de convertir una idea plausible en una bolsa de gatos no es de desdeñar. Claro que también es cierto que la necesidad tiene cara de hereje, y si los pujos hegemónicos del kirchnerismo se hacen más y más insoportables, a las diferencias se las podría llevar el miedo.

Descartados Elisa Carrio -tronitonante en contra de asociarse con corruptos- y Pino Solanas -que rifaría su candidatura testimonial si se plegase-, ¿cuáles son las probabilidades de que Sanz y Cobos y hasta Alfonsín se acerquen a Macri, Duhalde y De Narváez? Porque, en el fino fondo de la cuestión, esa es la pregunta que debe contestarse. Dando por descontado que el Peronismo Federal llegará, tarde o temprano, a un acuerdo con el PRO, falta conocer cómo pueden sumarse a una alianza de mayor envergadura las figuras de la UCR mencionadas.

No hay, por ahora, una respuesta definitiva. La inquietud existe y en este orden de cosas ha sido notable la decisión del vicepresidente, Julio Cobos, de decir en público que no descarta para más adelante un pacto con Eduardo Duhalde. Tanto Cobos como Sanz pisan, en estos momentos, arenas movedizas que se los pueden tragar sin dejar rastros de ellos. Deben, por tanto, extremar la cautela y no dar un solo paso en falso. Sobre todo hasta tanto se aclare de qué manera habrá de substanciarse la interna radical en agosto.

Conociendo a los personajes cabe conjeturar que Cobos podría, eventualmente, dar el salto y confluir en un entendimiento con el peronismo disidente y el PRO, en caso de bajarse de su pretensión de encabezar la formula de la UCR. Alfonsín y Sanz, en cambio, difícilmente asumirían ese riesgo sin la anuencia del partido. Y se sabe, desde siempre, que en el radicalismo una posición aliancista con lo que sus afiliados consideran la derecha, carece de consenso. Nada está escrito acerca de lo que nos deparará el curso ulterior de los acontecimientos. El futuro es siempre incierto.

La lógica parece indicar que no se pueden juntar personas y partidos tan distintos. La desesperación, con todo, es capaz de obrar milagros.

Hasta la semana próxima.

Vicente Massot

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