jueves, 8 de abril de 2010

EL PEOR


-La competencia por quien es peor
HUGO KRASNOBRODA

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En la Argentina actual, en la que los acuerdos no existen y las diferencias lo son todo, oficialistas y opositores compiten por ver cual está más desencajado y lejos de la gente.

Si el Gobierno cree que la parálisis absoluta a la que condenó al Congreso lo favorece, es evidente que cometió un grosero error de análisis a la vista de la siempre crítica opinión pública.

Hasta 2011 el kirchnerismo debe bregar por el normal funcionamiento de las instituciones y el parlamento argentino, le guste o no, es una de las más importantes que tiene el país.

¿En Olivos creerán realmente que la foto de uno de los poderes del Estado virtualmente cerrado aporta a la llegada de inversiones extranjeras y a la previsibilidad de la Nación? No hace falta ser un especialista en análisis parlamentario para darse cuenta que no. El problema, desde ya, es que eso no les importa en lo más mínimo.

En la Argentina donde no existen acuerdos y las diferencias lo son todo prevalece el más vivo, entendiendo como tal a quien más chicanas políticas -de las que repudia fuerte la sociedad- logra aplicar en sus actos cotidianos.

Ocurre que el país atraviesa en la actualidad una crisis de representación tan grande que se ve reflejada en las encuestas de opinión que miden las preferencias del electorado: ningún candidato logra índices que lo separen drásticamente del resto y la dispersión actúa como el único elemento que acapara la atención.

Lo sucedido ayer en el Congreso es la muestra más cabal de la política argentina, donde los acuerdos no existen y las diferencias lo son todo.

Carlos Menem, que dice públicamente querer ser presidente en 2011, no tiene el más mínimo pudor en faltar a todas las sesiones del Senado y no dar una sola explicación al respecto.

La situación del ex presidente, convertido en una especie de verdugo del quórum en la Cámara alta, es un reflejo perfecto de la situación actual que vive la política argentina. Está de más aclarar quién es el beneficiado de los faltazos constantes del riojano, ni más ni menos que el representante más cabal del denostado neoliberalismo de los ‘90.

Pero en todo este escenario el súper heterogéneo arco opositor tiene su buena parte de responsabilidad en la decadencia de la política argentina. Es que hace sólo dos meses se vanagloriaba públicamente en todos los medios de la mayoría en ambas cámaras que daría vuelta la prepotencia del kirchnerismo.

Lejos de suceder eso, ayer ni siquiera obtuvo quórum en diputados, donde en los hechos sí tiene una mayoría importante. Es que hay tal nivel de improvisación en los detractores “K” que tenían el número para sesionar y aún así no lograron hacerlo.

La explicación opositora fue que el presidente de la Cámara, Eduardo Fellner, no hizo sonar la chicharra para que ingresen los diputados al recinto y, por ende, a la hora de la sesión muchos de ellos no habían bajado. ¿Cómo puede ser que políticos de esa envergadura no se presenten en sus bancas a la hora que la sesión estaba citada? ¿O acaso no conocen que el kirchnerismo está jugando fuerte para pulverizar del todo y para siempre al Poder Legislativo?

La improvisación es otro elemento nefasto de la política argentina. De eso, a la luz de los hechos, son muy pocos los que se salvan en la Argentina, donde los acuerdos no existen y las diferencias lo son todo.

Fuente: El Tribuno (Salta)

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