miércoles, 21 de abril de 2010

NI PERONISTAS, NI MONTONEROS


Ni Peronistas, ni Montoneros (Última Parte)

Por Luis F. Calviño y Víctor E. Lapegna


“Por sus obras los conoceréis”, enseña el Evangelio y puede afirmarse que los Kirchner no son peronistas si se los juzga por su obra de gobierno, un parámetro más confiable que sus antecedentes de militancia en la Juventud Universitaria Peronista en La Plata en los inicios de la década de 1970 o su carrera política en el Partido Justicialista de Santa Cruz, a partir de 1983.

Los Kirchner, desde el 2003 y hasta ayer nomás, se cuidaron de evitar mencionar las ideas y hasta el nombre de Juan Domingo Perón en sus discursos.

Formaron el llamado “Frente para la Victoria” con el que quisieron reemplazar al peronismo por un amorfo “transversalismo”.

Agraviaron a María Estela Martínez de Perón, ignoraron a figuras históricas del peronismo como José Ignacio Rucci,

desdeñaron el Día de la Lealtad siendo el 17 de octubre la fecha fundacional del peronismo y toleraron expresiones de extrema grosería de Aníbal Fernández acerca del lugar del cuerpo en el que los peronistas podíamos meternos la marcha partidaria.

Estos son apenas algunos de los ejemplos que dan cuenta del desprecio de Néstor y Cristina hacia los símbolos peronistas, actos y conmemoraciones que hacen al ritual del peronismo lo que es grave dado que, según lo demuestra la experiencia histórica de las religiones, los ritos contribuyen a fortalecer la fe y la identidad de quienes los practican y de ahí que el abandono del ritual propio del movimiento peronista es un modo sutil pero efectivo de debilitar su fe y su identidad.

A ese agravio en las formas debe añadirse que los hechos de gobierno del régimen kirchnerista implican el abandono de las banderas históricas (Justicia Social, Libertad Económica y Soberanía Política) y de principios esenciales (por caso, estimular la organización popular o buscar la unidad nacional y no la lucha) del peronismo.

El régimen kirchnerista agravia la Justicia Social puesto que durante su gestión se acentuó una distribución desigual del ingreso, según lo prueba el hecho de que hoy los asalariados tengan una participación de menos del 30 por ciento en el Producto Bruto Interno, siendo que en todos los gobiernos peronistas esa participación orilló el 50 por ciento para los trabajadores.

Para demostrar que se niega la Libertad Económica puede bastar con mencionar la acción del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, quien sigue las instrucciones que le imparten los Kirchner.

Un ejemplo palmario de la mutilación de la Soberanía Política lo brinda el intento de “estatización” del Partido Justicialista que condujo a instalar a Néstor Kirchner en su Presidencia en un acto proscriptivo, enderezado a vaciar de sus raíces doctrinarias y anular la vitalidad política del peronismo como movimiento popular, hondamente democrático, para degradarlo a la condición de un simple y anacrónico “populismo”, carente de una organización política real y susceptible de ser manipulado desde el aparato del Estado.

Perón y el peronismo, asumiendo que la organización es una de las condiciones necesarias para el efectivo ejercicio de la libertad, marcaron en las ideas y en la práctica que la diferencia entre “masa” y “pueblo” reside en la organización y desde esa óptica, lo más importante de la década 1945-55 no fueron sólo las extraordinarias realizaciones sociales, sino la organización autónoma de los trabajadores que, después del ´55, permitió defender esas conquistas e impulsar durante 18 años la lucha por el retorno de Perón a la Patria y al poder.

Los Kirchner, en contraste marcado, sacaron provecho de la debilidad que registraba la organización del pueblo en 2003, a la que agravaron por entender que, como se dijo antes, la organización facilita el ejercicio de la libertad y es una traba para el ejercicio despótico del poder.

Perón, sobre todo después de su retorno a la Patria, buscó con todas sus fuerzas la unidad nacional y un ejemplo de esa actitud lo brinda una de sus frases que pasaron a ser parte del repertorio del saber popular argentino: “Esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”.

Los Kirchner, por su parte, no cesaron de promover la lucha y el enfrentamiento entre argentinos, apelando a la provocación y el agravio cono el eje de su acción política.

En suma, los Kirchner no son peronistas aunque ahora que su poder empieza a ingresar en el ocaso, no van a faltar quienes quieran endosarle a todo el peronismo el pago de la factura del fracaso y las consecuencias dolorosas de su gestión.

Por último, pero no por eso menos importante, decir que los Kirchner son montoneros no es justo para con los miles de compañeras y compañeros que, desde una auténtica identidad peronista, en la década de 1970 fueron combatientes montoneros o militantes de las diversas expresiones orgánicas de la llamada “tendencia revolucionaria”, con cuyas ideas y prácticas podemos discrepar por completo y a las que enfrentamos en el plano político interno de nuestro Movimiento, pero a los que les reconocemos una historia, una honestidad y una coherencia que nada tiene que ver con los Kirchner.

Puede decirse que también en este punto los Kirchner aplican técnicas soviéticas ya que, como lo hiciera la URSS a través de Cuba, usan aromas montoneros para tapar el olor a podrido de la esencia de su sistema de poder.

Buenos Aires, 19 de mayo de 2008


“Si a las tres de la mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por la ventana de la fortaleza”. Gral Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano 1810.

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