jueves, 15 de abril de 2010

GATO POR LIEBRE


VENDER GATO POR LIEBRE NO ES UN BUEN NEGOCIO

En pocos días más se sabrá cuál es el nivel de aceptación que tendrá el nuevo ofrecimiento de canje de la deuda externa impaga. Se trata de una instancia clave para el país ya que, si no se logra cubrir un mínimo de 70% de aceptación por parte de los “holdouts”, proseguirán en el futuro los embargos a todo bien o inmueble que posea el Estado en el exterior.
La complejidad de este tema me motiva a intentar aclarar algunos mitos y ciertas dudas.

Por Enrico Udenio

LA DEUDA ILEGÍTIMA

Grupos y partidos de la izquierda argentina insisten en que la deuda debe ser revisada por considerarla ilegítima. En este ítem, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene toda la razón cuando dice que esta posibilidad podría haberse llevado a cabo sólo durante los gobiernos inmediatos a la dictadura militar, pero no ahora. Recordemos que gran parte de esa deuda se inició durante la década del 70 –gobierno peronista y dictadura militar- y ya han pasado casi cuarenta años de aquel entonces. Desde una mirada imparcial, es poco serio e inaceptable que lo que no se hizo entonces se quiera realizar hoy. No existe un derecho internacional que lo ampare y ni siquiera posibilidades técnicas para ejecutar una exhaustiva revisión de esa deuda. Suena más a un discurso político nacionalista, populista y/o anarquista que a una probabilidad ajustada a la ética financiera y a las normas vigentes.

LA DEUDA EXTERNA COMO EL GRAN CUCO

La deuda externa siempre fue un gran “cuco”, receptor de la mayoría de las acusaciones populares. En realidad, en la Argentina de hoy lo es porque ésta se encuentra en cesación de pagos y, por ello, el país sufre sanciones y constantes embargos en el exterior, lo que imposibilita su buen desarrollo económico. Por el contrario, una deuda equilibrada y en estado normal de pagos y financiamiento ayudaría en mucho al ansiado progreso.

Es importante señalar que, si bien el gobierno de Menem endeudó irresponsablemente al país en su búsqueda de financiamiento para los abultados déficit que caracterizaron a todos los años de su gobierno, las grandes dificultades para captar inversiones que tuvo el país con posterioridad al “default” demostraron que el crecimiento de una nación no pasa esencialmente por carecer de obligaciones monetarias. No nos olvidemos de que desde el 2002 hasta fines del 2009, la Argentina no pagó ni capital ni intereses de la deuda (salvo acotadas remesas a los organismos de crédito internacional) y, a pesar de ello, no pudo salir de la crisis ni de la emergencia económica.
Por otro lado, la mayoría de los economistas consideran que si tomáramos como “verdad absoluta” la imposibilidad de crecer endeudados, no habría explicación para los crecimientos económicos de las naciones desarrolladas, todas ellas altamente endeudadas.

Vuelvo a mencionar un encuentro que tuve hace muchos años en Tokio, que mencionara en una nota anterior. Era con uno de los directores de mayor edad del poderosísimo Eximbank (el banco de exportaciones e importaciones del gobierno de Japón). Esa noche tuvimos una conversación sobre las implicancias que tenía para una nación la deuda externa. Nunca olvidaré una frase que me dijo este hombre: “Hay dos cosas por las que un gobierno debe preocuparse. La primera, en invertir en desarrollo los préstamos que recibe. La segunda, en pagar (con los beneficios), sólo los intereses. Si se cumplen estas dos premisas, el capital de la deuda no cuenta porque jamás se devolverá”.
La Argentina, durante casi toda su historia, se endeudó mayoritariamente para pagar los intereses de las deudas. No es necesario ser un especialista en cálculos financieros para saber que, cuando se toman préstamos para pagar intereses, cualquier deuda crece al igual que una bola de nieve rodando desde una cima.
Por ello, es perfectamente viable que una nación, desarrollada o no, se endeude para impulsar su crecimiento socio económico pues, para satisfacer las continuas y exigentes necesidades de su población no le bastará su capacidad de ahorro privado interno ni le serán suficientes los ingresos provenientes del fisco y la aduana.

¿FUE BUENO EL CANJE DE LA DEUDA EN EL 2005?

“La venganza es como una piedra que rueda, la cual cuando un hombre la ha forzado a subir por una colina, se volverá contra él con mayor violencia” Jeremy Taylor (1613-1667) Escritor y obispo anglicano

El camino que, una vez electo presidente, eligió Néstor Kirchner para elevar la alicaída autoestima de los habitantes del país, devenida a partir de la gran crisis de los años 2001 y 2002, fue el de un agresivo discurso tanto contra sus antecesores como con respecto al liberalismo económico, en especial el foráneo. Con ello logró movilizar las emociones nacionalistas de la población recibiendo, a cambio, un enorme porcentaje de apoyo hacia su gestión. Las encuestas a principios del 2006, tres años después de haber asumido, mostraron que más del 70% de la población estaba de acuerdo con su gobierno y, en especial, con la pesificación asimétrica y el resultado del canje de la deuda externa. Esto indicaría que gran parte del pueblo quedó capturado por sus necesidades al hacer propio el pensamiento oficial de que no hay obligación de honrar los compromisos contractuales asumidos si las circunstancias o las crisis así lo justifican.

Todo este apoyo también se debió a la influencia de un discurso a través del cual funcionarios, medios de comunicación y distinguidos profesionales se encargaron de transmitir a la población que el canje de la deuda externa fue muy exitoso y que, de allí en más, “el país, sólo puede crecer”.
Sin lugar a dudas, produce una sensación de alivio el hecho de reducir drásticamente una deuda, pero si éste fuera la clave del éxito no habría impedimento para que todo el mundo endeudado le haga “pito catalán” (1) a todos sus acreedores. Si el desarrollo económico pasara por no pagar, ¿quién no quisiera tenerlo asegurado?

Sobre el tema del canje traigo a colación una página escrita en el año 2006 en mi libro “La Hipocresía Argentina”:

“Néstor Kirchner popularizó, también, la fantasía de que no se pagarían los miles de millones de dólares (2) que pertenecen a los que no aceptaron la propuesta argentina, ya que las resoluciones judiciales terminarían siendo favorables al país y, en el caso de que no lo fueran, igualmente los acreedores no podrían hacer efectivo el cobro mientras ellos estuvieran en el gobierno. Esta decisión obliga a que, año tras año, el Congreso argentino prorrogue el estado de "emergencia económica" (3) del país pues, de otra manera, no podría evitar la avalancha de juicios internacionales por causa de esa deuda impaga. (…) Esto muestra un alto nivel de voluntarismo y pensamiento mágico en un país como la Argentina que posee antecedentes históricos de trasgresión sistemática a las reglas establecidas. Respecto a esto, ya se está comprobando la intervención del gobierno en el organismo estatal de medición (INDEC) para que los índices de inflación muestren porcentajes menores a los reales, lo cual significa una estafa a los propietarios de los bonos.
(…) Después del default se difundió la idea poco probable de que pronto volverían los créditos y las inversiones (4). Seguir obteniendo ayuda de aquellos a los que dañamos quitándoles un dinero que les pertenece sin que medie negociación de partes, dependerá, finalmente, de la magnitud de esa quita y de la forma en la que se la consiga. El caso argentino mostró un recorte descomunal y una manera hostil en la forma de obtenerlo. Haber informado al acreedor que no se le va a pagar entre aplausos y vítores, además de insultarlo reiteradamente calificándolo como idiota útil, explotador, usurero o ladrón, no es el mejor camino a seguir cuando probablemente en poco tiempo más, se deba recurrir nuevamente a él.
A su vez y según las encuestas realizadas en esos momentos, una gran mayoría de la población argentina apoyó la decisión de "no pagar" incrementando, de esta manera, la sensación del riesgo que significaba invertir en la Argentina. (…) Se reafirmaba así, la reiterada postura de la población y de sus gobernantes a transgredir sistemáticamente las leyes y la Constitución de su país. Con una legión de acreedores damnificados viviendo con un nivel de alto estrés y resentimiento, y con las organizaciones de crédito internacional acusadas sistemáticamente de destruir al país, ¿de dónde y de quiénes la Argentina puede obtener los créditos necesarios para financiar el sostenido desarrollo que el país necesita en el futuro? (…)
En realidad, la posibilidad de que no cobren los acreedores que quedaron afuera del canje de la deuda argentina parece poco realista. La experiencia indica que en los default de otros países, la mayoría de los que aceptaron la propuesta oficial logró finalmente cobrar el capital más los intereses mediante resoluciones judiciales (5). Por otra parte, la cantidad de gente que no aceptó la propuesta argentina corresponde al 50% de todos los tenedores privados de bonos argentinos en el exterior (6) (…) llenos de indignación son demasiados como para pensar en un desarrollo sin contratiempos. Algunos argumentan que si el país no tiene nada embargable fuera de sus fronteras, puede estar tranquilo. ¿Hasta cuándo? Un particular o una empresa puede preparar la quiebra o su propio “default” descapitalizándose artificialmente por largo tiempo pero, para una nación, esto es imposible ya que no puede quebrar judicialmente ni transformarse en otra entidad política.”

Contrariando las creencias inducidas por la gran propaganda oficial, el tiempo transcurrido ha demostrado que no fue positivo el canje de la deuda, sino todo lo contrario. Signó por mucho tiempo al país a un ostracismo financiero internacional que inevitablemente perjudicará su desarrollo socio económico. No fue un buen negocio el vender gato por liebre.
Hubiera sido mil veces más productivo, astuto e inteligente, aprovechar el colapso de la economía argentina para renegociar toda la deuda a muy largo plazo (por ejemplo, treinta años con cinco de gracia) sin quita de capital pero sin intereses a pagar. La misma devaluación del dólar hubiera licuado a través de los años buena parte de esa deuda; los acreedores la hubieran aceptado a regañadientes pero sin sentirse agredidos ni violados en sus derechos; y la imagen de un país serio que, en pleno colapso de su economía, honraba sus deudas, le hubiera abierto las posibilidades de aprovechar con sustanciales inversiones la mejora económica que produjo el aumento de los valores internacionales de sus principales productos de exportación.

LA PIEDRA JUDICIAL

En estos días, en el afán de convencer a los acreedores de las bondades que tiene el nuevo ofrecimiento de canje de la deuda, los funcionarios del Ministerio de Economía de la Nación se enfrentan a fuertes desafíos. Uno de los más difíciles de superar es el “problema judicial”.

Para información de los lectores, hay que decir que la mayoría de los préstamos foráneos que toman las naciones tienen la cláusula de la jurisdicción extranjera para resolver las controversias que pudieran existir en el futuro. Se trata de un requisito indispensable pues, de lo contrario, gran parte de los países se verían muy afectados en sus posibilidades de acceso financiero a los mercados mundiales.
Lamentablemente y según varios dictámenes de nuestra Corte Suprema de Justicia (3), la “emergencia económica argentina” dio y dará para todo. Por lo tanto, no es descabellado predecir inestabilidad y peligrosidad de cobro en el futuro para cualquier acreedor.
A su vez, en un juicio llevado a cabo por un fondo de acreedores del exterior que recurrió a un procedimiento denominado “exequátur”, que permite homologar en el sistema judicial local una sentencia obtenida en el extranjero, el juez Pablo Cayssials, titular desde el año pasado del juzgado de primera instancia Nº 9 del fuero Contencioso Administrativo y amigo de un camarista, Sergio Fernández, magistrado afín al kirchnerismo y hombre clave tanto dentro de ese fuero como en el Consejo de la Magistratura, rechazó ese pedido de los acreedores aduciendo que con los bonos emitidos por el Estado argentino se “ha desconocido el principio de inmunidad soberana”. Por lo tanto, al no aceptar la renuncia a la inmunidad soberana, anula la clausula que establece las jurisdicciones extranjeras en los empréstitos que toma el Estado argentino. La realidad es que hoy, comprar bonos del Estado argentino, es un acto de gran riesgo que sólo se puede justificar con las expectativas por obtener grandes ganancias especulativas.

LOS KIRCHNER NO SON LOS ÚNICOS CULPABLES DE LA DECADENCIA

“En la Argentina hay un escenario poco predecible. La impresión que hay en el mundo es que no es un país muy responsable. Es increíble que con su estatura y su historia mienta en sus estadísticas.” Peter Hakim (1942-) Experto en política internacional y presidente del Inter American Dialogue.

Probablemente, la Argentina de los próximos años no tendrán a los Kirchner en la cúspide del poder, pero eso no determinará que el país inicie automáticamente un proceso de recuperación económica e inserción internacional si gran parte de la población y sus dirigentes no resuelven antes su distorsionada visión de los acontecimientos mundiales, de los mercados, y sobre lo que significa la inviolabilidad de la propiedad.
Salvo que se tenga relación y amistad con el gobernante de turno para que les asegure fuertes protecciones y/o mercados cautivos, la Argentina es una nación cuyas reglas de juegos institucionales y comerciales son constantemente vulneradas, lo que hacen imprevisibles a las inversiones.

Para asegurar estabilidad a las inversiones nacionales y foráneas, los tres poderes del Estado deben manejarse de manera coherente; pero todo será estéril si, al mismo tiempo, la población no se esfuerza para aceptar adecuadamente los límites y las frustraciones que le impone la realidad. Es que para evitarlas, el pueblo le pide al “político-papá” metas imposibles de cumplir, y éste, argentino al fin, promete al “ciudadano-hijo” darle lo que desea, porque sabe, que de lo contrario no lo votará o, peor aún, lo promete en un acto de voluntarismo porque cree que puede reemplazar la carencia de inversiones con asistencialismos sociales.

Desde esta posición, la Argentina de este último medio siglo intenta inventar un sistema económico propio que resulta ser una extraña mezcla de un “capitalismo- individualista sin capital ni inversiones” y un “comunismo- corporativista con algunas libertades individuales”. Este frustrado intento de fusión nos pobló de incoherencias alimentadas por esta población que desde “el corazón” adhiere al estilo de vida de la mayoría de los países desarrollados capitalistas mientras que desde su discurso, se contradice. Si no se modifica, esta incoherencia nos augura como nación, aunque los Kirchner desaparezcan del poder político, una existencia conflictiva y un desarrollo de espaldas a su gran potencial de recursos económicos y humanos.

(1): “Pito Catalán” se trata de una expresión popular en Argentina que refiere a la predisposición de una persona de no pagar una deuda. Hace referencia al mito de tacañería que ostentan los españoles de origen catalán.
(2): Fuente: Evaluación determinada por un informe del Banco Central de la República Argentina, 03- 2005.
(3): Se trata del concepto de un estado de necesidad a través del cual se gobierna por encima de las leyes y la Constitución que las rige. Fue utilizado con frecuencia durante las últimas décadas tanto por dictaduras militares como por gobiernos elegidos democráticamente. En octubre de 2004, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en votación dividida, convalidó ese concepto con un histórico fallo a favor de la pesificación asimétrica realizada en enero de 2002. El argumento base que utilizaron los juristas en su aprobación fue que si bien las medidas del gobierno afectaron el derecho de propiedad amparado por la Constitución Nacional, deben ser respaldadas judicialmente pues fueron adoptadas para paliar una profunda crisis política, económica y social. Poco tiempo después, varios jueces de distintos fueros rechazaron la decisión de la Corte Suprema con el principal argumento de que: “Las emergencias, las crisis, las necesidades del Estado, son el presupuesto implícito de las garantías constitucionales. Sostener que éstas se desdibujan cuando se configuran las emergencias no es sólo un contrasentido, sino que es también desconocer que en un Estado de Derecho no existe la posibilidad de que las respuestas a los problemas puedan ser halladas fuera de la Constitución”.
(4): Fuente: Discurso del entonces presidente argentino, Néstor Kirchner, donde presentó los resultados del Canje de la Deuda ante la Asamblea Legislativa de la Nación, Mayo, 2005.
(5): Fuentes: Informes del FMI, años 1998, 1999, 2002 y 2003.
(6): Fuente: Informe Ministerio de Economía de la Nación, Abril 2005.

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