martes, 6 de abril de 2010

PUÑALADAS ORDINARIAS




Artículos Nacionales

6 de Abril de 2010 | 2:54 pm
Puñaladas ordinarias
Conviene creer que Silvia Suppo fue víctima de un crimen político.

Puñaladas ordinarias
escribe Serenella Cottani
Interior-Provincias, especial
para JorgeAsísDigital

RAFAELA, provincia de SANTA FE (de nuestra corresponsal itinerante, S. C.)- Alrededores de la Plaza 25 de Mayo. “Es conveniente adherir a la teoría del crimen político. Por encargo”. Alude la Garganta al asesinato ordinario de la señora Silvia Suppo. Doce puñaladas, en su joyería -en realidad Talabartería- situada en pleno centro de Rafaela. Fue el lunes pasado, poco después de las 9. La mañana era demasiado clara para morir.
La teoría del crimen político debiera ser la adecuada. Cierra.
Suppo, de 51 años, fue testigo principal de la llamada Causa Brussa. Por la cual, quien da su nombre a la causa -el ex juez federal Victor Brussa-, debe purgar, desde diciembre del 2009, una condena de veinte años. Junto a cinco ex policías. Delitos de lesa humanidad.
Legitima -el crimen- las marchas solidarias de las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Con militantes eufóricamente sensibilizados. Con adhesiones de las “fuerzas vivas” de Rafaela. La marcha masiva se registró durante el impresionante viernes santo, bajo densidad dramática de la lluvia más espesa. La consigna movilizadora era “Verdad y Justicia. Esclarecimiento ya”. Mil quinientas personas congregadas en esta plaza, con la presencia de militantes reconocidos que se desplazaron especialmente. Se destacó la diputada Victoria Donda. Emblema de “Hijos”, asociación animadora del acontecimiento movilizador.

Por el crimen de Silvia hay dos detenidos. Dos primos. Un muchacho de 19 años, Rodrigo Sosa, conocido en el pueblo como “Sosita”. Es una suerte de Trapito pueblerino. Solía Sosita lavar coches, en la playa de estacionamiento situada a cien metros de la Talabartería. Y el primo Rodolfo Cóceres, de 22. Asesinos que fueron interrogados por el Juez de Instrucción Penal, doctor Mognaschi. Actúa, como Fiscal, el doctor Zender.
Calvario

Silvia Suppo mantuvo una horrible experiencia en padecimientos. A los 17 años, en el 76, fue detenida, por un grupo de tareas de Santa Fe. La alojaron en La Casita, un campo de encierro situado en las proximidades de Santo Tomé. A cargo, dicen, de la Guardia de Infantería Reforzada. Silvia fue bestialmente violada. Consecuencias de las bestialidades, la pobre quedó embarazada. La hicieron abortar. El aborto estuvo a cargo de la señora Aebi. La carcelera.
Por la sucesión de calvarios soportados Silvia pudo ver, en La Casita, demasiados rostros que atravesaban la temporaria impunidad. La memoria visual resultó sustancial, para que, 33 años después, fueran condenados. Hasta la partera.

“Por la característica de la víctima, que era una luchadora, y por las marchas solidarias generadas por su muerte, cuesta convencer, Serenella, a alguien, que no fue ningún crimen político”, confirma una Garganta policial. En el Cyrano Café. “El delito es común. Asesinato seguido de robo. Pero cometido, por los chorritos, con una saña feroz”.
Hoja de ruta

Pudo recomponerse la hoja de ruta del fatídico lunes 29. Muy temprano, Silvia se dirigió hacia la sucursal del Banco. No retiró dinero.
Téngase en cuenta que, en esta parte rica del interior, condecorada por la gloria de la soja, el banco abre bastante antes que en las capitales. Al salir, Silvia fue, directamente, a la talabartería. Vendía artesanías finas. Joyas valiosas enclavadas en cuero. Con atisbos de oro o de plata.
Llegó, primero, el Trapito. Silvia lo conocía. Sosita venía para pedirle, como favor, cambio. Otra Garganta confirma que le pidió cambio de diez pesos. En realidad, fue de dos. Mientras tomaba mate, Silvia le dio dos monedas de un peso. Pocos minutos después, Sosita volvió con el primo. Con la decisión de robarle. O sea, como ella lo conocía, de matarla. Impulsivamente, Silvia le arrojó el termo por la cabeza a uno de los chorros. Para recibir, a cambio, las doce puñaladas. Los chorritos se llevaron lo que pudieron del local. Joyas, dinero, el celular. Escaparon.
Pudo saberse que dejaron, donde uno de ellos vivía, alguna joya. Para que se comprenda el nivel: dejaron hasta el celular. Para disparar, en ómnibus, de Rafaela. Llegaron hasta Junín. Donde un pariente, según fuentes del juzgado, no los quiso recibir.
Los asesinos volvieron a Rafaela. No tenían adónde ir.
La recomendable fantasía

Cuesta admitir un epílogo tan deplorable para la existencia de semejante luchadora. Asesinada por dos lúmpenes. Dos marginales. Por los que ella, a través de la militancia, de su proyecto de vida, creyó luchar. Para -incluso- redimirlos.
A nadie le conviene aceptar que el delito haya sido bestialmente ordinario. Resulta más recomendable optar por la interpretación heroica.
Los fascistas acechan. Los represores aún están activos. Los torturadores vienen por más.
Es conveniente hasta, si se lo analiza a fondo, para las autoridades del municipio. Donde el alcalde mantiene cierto prestigio político. Abundan los que adhieren a su protagonismo estratégico.
Las manifestaciones contra la inseguridad -sobre todo después de Baradero- pueden terminar con los incendios televisivos de los pueblos.
Si los que manifiestan son defensores de los derechos humanos, la situación es más manejable.
“Cantan un poco, gritan presente hasta la victoria siempre, putean a los represores de la dictadura y se van”.
Corresponde no descartar la sospecha de la venganza de aquellos violadores. Entre tanta conveniente fantasía, la verdad no tiene motivos mayores para entrometerse. La justicia tampoco tiene razones para estropearla. A la fantasía preferible. Siempre.

Serenella Cottani
para JorgeAsísDigital

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