domingo, 11 de abril de 2010

SENTIRSE SARMIENTO


Río Negro - 11-Abr-10 - Opinión

http://www.rionegro.com.ar/diario/opinion/editorial.aspx?idcat=9542&tipo=8

EDITORIAL
Sentirse Sarmiento

En vista de la costumbre de tantos intelectuales peronistas de hablar pestes de Domingo Faustino Sarmiento, una de las personalidades más destacadas del siglo XIX no sólo de nuestro país sino del mundo entero, es sin duda alentador que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner haya confesado sentirse "la Sarmiento del Bicentenario". Lo sería todavía más si en su caso fuera cuestión de algo más que una sensación pasajera que se apoderó de ella al protagonizar un acto en el Teatro Nacional Cervantes de la Capital Federal. Si bien a menudo la presidenta hace gala de una vocación pedagógica pronunciada, la suya tiene poco en común con la de Sarmiento que, por cierto, no se limitó a sermonear a sus interlocutores, trátese de compatriotas o de dignatarios extranjeros, sobre las bondades de sus propias ideas y la necedad de las demás. En cuanto a sus aportes respectivos a la educación, intentar compararlos sería absurdo. Mientras que Cristina se siente la Sarmiento del Bicentenario porque como presidenta de turno le tocó anunciar la próxima entrega de tres millones de computadoras portátiles a alumnos y docentes de las escuelas públicas, el original decimonónico llevó a cabo una auténtica revolución pedagógica que hizo del sistema educativo argentino uno de los más avanzados y eficaces del mundo.

De todos modos, mal que le pese a Cristina, no existen motivos para creer que el reparto de millones de computadoras entre los estudiantes secundarios sirva para que el país recupere el terreno que ha perdido desde hace más de medio siglo, etapa en que nuestro sistema educativo se deterioró tanto que, de acuerdo con las mediciones internacionales, a juzgar por los resultados es hoy en día inferior a los de Cuba, Chile, Costa Rica y México, además, es innecesario decirlo, de aquellos de docenas de países desarrollados y semidesarrollados. Las causas del desastre así supuesto son muchas: la militancia incesante de "trabajadores de la educación" que ya no se sienten profesionales y que todos los años organizan paros prolongados, el aumento de la pobreza extrema y, sobre todo, el aparente desprestigio de la educación como tal. Puede que sectores muy minoritarios de la clase media compartan el fervor educativo de sus contemporáneos de ciertos países asiáticos y europeos, pero se trata de casos especiales que, por desgracia, no son típicos del país en su conjunto.

En cuanto a la proliferación de computadoras, los resultados concretos en las partes desarrolladas del mundo han sido decepcionantes. Si bien sería difícil subestimar su utilidad, ya que cada una equivale a una biblioteca inmensa llena de enciclopedias y otros libros, además de brindar la posibilidad de contar con la ayuda de algunos de los mejores docentes del planeta, para aprovecharlas es necesario poseer conocimientos relativamente sofisticados, además, claro está, de un deseo muy fuerte de aprender. A menos que un estudiante -o un docente- ya haya adquirido una educación básica, la computadora no será mucho más que un juguete polifacético o un medio a través del cual un joven pueda comunicarse con amigos reales o "virtuales". Una década atrás, los voceros de empresas que fabrican computadoras o confeccionan programas informáticos lograron convencer a muchos de que, gracias a sus productos, educar a los jóvenes sería mucho más fácil de lo que era antes, pero el optimismo al parecer razonable que manifestaban resultó ser exagerado. Como muchos docentes se han dado cuenta, enseñar sigue siendo una tarea ardua, una que requiere mucho esfuerzo por parte de todos los participantes, incluyendo, desde luego, a los alumnos y sus padres, y con frecuencia las computadoras sólo sirven para distraerlos de lo esencial, motivo por el que prefieren prescindir de ellas hasta que los eventuales usuarios hayan dominado ciertas materias fundamentales. A la presidenta le habrá sido muy grato imaginarse en la piel del gran escritor y estadista que en nuestro país encarna la educación, pero para que ganara el derecho a sentirse "la Sarmiento del Bicentenario" le sería forzoso emular al sanjuanino haciendo de la enseñanza una prioridad absoluta de su gestión y, lo que sería más importante aún, convenciendo a la mayoría de que realmente debería serlo.

No hay comentarios: