domingo, 11 de abril de 2010

UNA OPOSICIÓN PATÉTICA




Por Alberto Medina Méndez

Mucho hay que decir de los desaciertos permanentes del oficialismo. Se puede ahondar y bastante en cada una de esas cuestiones. De hecho, de eso nos ocupamos los ciudadanos a diario, de observar con detenimiento los errores y las omisiones de quienes tienen la máxima responsabilidad de gobernar.



Pero no menos exacta es aquella afirmación que sostiene que es más fácil criticar que gobernar. Sería deseable inclusive que algunos partidos políticos y ciertos dirigentes, jamás ganaran una elección y permanecieran en su eficaz rol de fiscales, garantes, denunciantes y hasta analistas o evaluadores de la realidad.



Pero no solo tenemos un oficialismo equivocado, soberbio, petulante y vanidoso. Es que buena parte del paisaje esta en manos de la temible corporación que lidera el mañoso oficialismo. Pero también está allí, de un modo diferente pero sin perder su rol estelar, esta parodia de oposición que presenta múltiples flancos débiles y muy pocos atributos.



Es que muchos contribuyentes que despotrican contra el gobierno actual, se preguntan ¿ qué hay del otro lado ?. Y la respuesta no es precisamente de las mejores. Es que en ese espacio tampoco están los dirigentes mas preparados, ni tampoco estudiosos o técnicos listos para empezar a gobernar. En muchos casos se trata de “más de lo mismo”, o en el mejor de los casos, de una versión atemperada o edulcorada del oficialismo.



Se trata a veces incluso de gente que piensa y obra parecido, pero algo más cuidada en el hacer, más prolija en los procedimientos, pero en el fondo nada que prometa ser demasiado diferente. Comparten incluso visiones y modo de ver las cosas, aunque sus discrepancias solo sean perceptibles en el modo de hacer.



Algunas veces, los mismos seguidores del partido gobernante utilizan ese paupérrimo argumento, cuando dicen “esto que tenemos es lo mejor, sino miren lo que ofrece la vereda de enfrente”. Asumen claramente que lo que defienden no es bueno, solo es lo menos malo. Vaya consuelo. Vaya defensa.



Hoy la oposición solo es una reunión de gente muy disímil cuya única coincidencia táctica es suceder al sector que ocupa el poder. Pero sus ambiciones personales son muy diferentes entre si. Cada uno pelea por su propio ámbito y casi ninguno de ellos, plantea claramente un posible plan de gobierno, eventualmente preparado para la hipótesis de obtener el apoyo popular suficiente para conducir los destinos de la sociedad.



Sus discursos están vacíos, plagados de contradicciones, llenos de retórica lineal, excesivamente panfletaria, con consignas zigzagueantes y con un discurso moral muy cuestionable, que hoy critica lo que antes ellos mismos hicieron mal.



Oportunistas del poder y en el mejor de los casos, gente bien intencionada pero sin preparación suficiente o respaldo político claro para conducir el barco del poder.



Todo parece negro en ese destino. Un oficialismo reprobable y una pauperizada oposición. Sin embargo, si damos en la tecla, si somos capaces de diagnosticar con inteligencia lo que nos pasa, tendremos ALGUNA chance de dar el salto de calidad que la política nacional, provincial y municipal precisan.



Hace falta para ello revalorizar las ideas, recuperar el debate ideológico, ese que tanto se critica pero que es capaz de plantear las soluciones de fondo, esa discusión que nos conmina a alcanzar el tema central sin escalas, evitando caer en las trampas cotidianas que nos ofrece la circunstancial disputa personal, esa que interesa solo a las vedettes de la farándula política pero que no suman al país, en la búsqueda de las soluciones a los viejos problemas endémicos de la patria.



Hay mucho por hacer, pero tal vez el primer paso sea prepararse para gobernar, haciendo que los partidos políticos funcionen como deben. Es preciso desarrollar esa capacidad para discutir ideas, con mucho debate interno, ya no sobre la próxima contienda electoral, sino sobre las propuestas que cada partido puede ofrecer a la inmensa lista de problemas que la sociedad enfrenta día a día.



Buena parte de la falta de credibilidad de la política tiene que ver con su propia incapacidad para aportar soluciones. Lo que se visualiza es solo debate estéril, mezquinas luchas de poder, ambiciones personales para alcanzar el anhelado sitial, mucho de especulación, excesos de golpes bajos, ausencia de ideas y grandeza.



El panorama es malo. Bastante triste. Un oficialismo autista y una oposición patética. Pero en la medida que nos dejemos de hacer los distraídos y seamos menos piadosos con nuestro presente, tendremos alguna chance de revertir la historia. Porque solo se pueden solucionar los problemas que se asumen como lo que son, problemas. Aquello que naturalizamos, eso que pretendemos aceptar mansamente como parte del espectáculo cotidiano, termina quedándose con nosotros para siempre.



El camino, no es MENOS política, sino MAS política, de la mano de partidos activos, militantes exigentes y una sociedad de ciudadanos que demanden soluciones que sean el fruto de intensas discusiones enfocadas en “que hacer y como”, y no en quienes serán los protagonistas de la próxima elección interna.



Los responsables son muchos. Los de un lado, los del otro, los ciudadanos todos. Un oficialismo con pensamiento único, arrogante y omnipotente por un lado y una oposición decadente, sin ideas y solo preocupada en la sucesión electoral por el otro, no nos pueden ofrecer nada estimulante para el futuro.



A no perder el norte. No todas las responsabilidades caen del lado del oficialismo. La oposición aún tiene mucho por corregir para que los ciudadanos veamos en ellos una verdadera alternativa diferente a lo que tenemos. Si no lo percibimos así, es probable que terminemos reemplazando unos por otros en forma indefinida, para solo cambiar las caras, pero no los problemas. Alguna vez entenderemos que tan importante como tener un oficialismo inteligente es disponer de una oposición capaz de ofrecer el recambio que el sistema precisa. Hoy no tenemos ni ese oficialismo que necesitamos ni una oposición a la altura de las circunstancias, que al menos no nos parezca patética.

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