sábado, 2 de abril de 2011

SUEÑO


MERCOSUR: LOS 20 AÑOS DE UN SUEÑO

Por Susana Merlo

Si bien los primeros intercambios formales se remontan a mediados de los ’80, los documentos que luego se conocieron como Acuerdo Alfonsín-Sarney (en honor de los presidentes que los habían llevado adelante), apenas se circunscribieron básicamente a autos y solo entre Brasil y la Argentina.

De todos modos, fue la génesis de lo que 5 años después, un 26 de marzo de 1991 recibiría ya el nombre, mucho más pretencioso, de Tratado del Mercado Común del Sur (Mercosur) incorporando, además, a Uruguay y a Paraguay.

Si bien los 4 países venían de historias similares, aunque Argentina era la que había atravesado la etapa más crítica en 1989, las diferencias eran notables y pocos creían que se podría lograr algún avance. De hecho, las negociaciones casi estuvieron estancadas hasta mayo del año siguiente cuando se suscribió el Cronograma de Las Leñas, verdadero impulsor del Acuerdo que comenzaría, formalmente, el 1 de enero de 1995.

Fue así que desde mediados del ’92, y cada 6 meses, con el esquema del taxímetro (en el que caen sistemáticamente las fichas), se iban cumpliendo las pautas y coordinando las acciones para conformar, primero, una zona de libre comercio, que luego escalaría a unión aduanera, para terminar completando la integración regional con el verdadero Mercado Común.

Por supuesto que, a pesar de los avances debido al muy fuerte respaldo político que, por diferentes razones, le dio cada uno de los presidentes de aquel momento (Andrés Rodríguez, Alberto Lacalle, Fernando Collor de Melo y Carlos Menem), los sectores empresarios y productivos no dudaron en mostrar su reticencia llevando las diferencias al punto de plantear la opción: Nafta (por el tratado de América del Norte) o Mercosur, como hicieron algunos sectores de los rubros más tradicionales de la UIA.

El caso era que, lo que realmente se intentaba evitar era la apertura económica hacia los socios y, si las empresas locales no eran capaces de competir con las del resto del Mercosur, menos lo iban a poder hacer con las del Nafta (EE.UU., Canadá y México).

El acuerdo logró, así, completar lo pautado para 1995 y arrancó formalmente al comenzar aquel año, impulso que le duró 2 años más. En ese lapso, incluso el Acuerdo se puso a prueba con la asonada que vivió Paraguay y que, gracias al Mercosur, logró frenar el nuevo golpe militar. Eso, tal vez el logro más saliente del acuerdo, dio lugar a la Cláusula de Ouro Preto, por la cual los socios están obligados a mantener el esquema democrático en sus respectivos países.

Sin embargo, la fuerza inicial del bloque había comenzado a debilitarse ante el agotamiento del Cronograma de Las Leñas y la falta de uno nuevo que profundizara los acuerdos que, hasta ahí, habían completado la zona de libre comercio y alcanzado, en algunos aspectos, una unión aduanera imperfecta, pero que acumulaba cada vez más normas que se aprobaban pero no se internalizaban. Situación que se mantiene -agravada- hasta hoy.

Aún así se buscaba, políticamente, su ampliación y, de manera imperfecta, se sumaron luego Bolivia y Chile, en tanto hacia fines de los ’90 se plantearon ya las primeras conversaciones con el otro gran bloque: la Unión Europea.

Lo que ocurrió a partir del 2000 es mucho más conocido. Los recambios constitucionales de los primeros presidentes que dieron origen al acuerdo, la falta de fuerza política puesta de manifiesto desde entonces, la tendencia de muchos rubros industriales, y algunos del agro, de no competir y mantener las fronteras cerradas, etc., fue desdibujando paulatinamente el acuerdo que se convirtió en una especie de cáscara sin contenido.

Sólo el interés de la política internacional de Brasil, que prefiere negociar desde un bloque y no en forma individual (dicen que, especialmente con EEUU), logró mantener en pié el “sello” del Mercosur.

Tanto se desvirtuó que hasta se hizo aparecer que Venezuela podía formar parte del bloque cuando, por su estructura económica, está imposibilitada de participar (los países deben tener una arancel externo común, liberar totalmente las fronteras con sus socios, es decir, arancel 0, etc.).

La mayor diferencia, sin embargo, se fue dando en los últimos años, a partir del distanciamiento de la Argentina del resto de los socios, y no sólo por el menor crecimiento comparativo que logró frente a las excelentes condiciones internacionales, que fueron aprovechadas plenamente por el resto (incluso por Paraguay que era el que estaba menos desarrollado), sino por el retroceso en términos de apertura económica, que los otros socios incluso profundizaron desde los ’90, y que Argentina decidió acotar, situación que está siendo denunciada justamente ahora a partir, entre otras cosas, de las restricciones unilaterales a las importaciones que volvió a imponer la Argentina, y que son protestadas, lógicamente, por sus socios.

El hecho de que Brasil sea el principal cliente de Argentina no alcanza, tampoco, para que se respeten los pactos comerciales que, de un tiempo a esta parte, varían según el voluntarismo del funcionario local de turno, sin ningún respecto por lo pactado.

Más aún, de ser un pleno acuerdo de comercio, Argentina trató de hacerlo virar hacia lo político, desvirtuando su naturaleza y dejándolo a medio camino entre ambos esquemas.

Hasta algún punto, los restantes presidentes “dejan hacer”, hasta que frenan los intentos, como ocurrió con los intentos de ingreso de Venezuela, sin cumplimentar las exigencias que debieron respetar los socios originales.

Debido a todo esto, el Mercosur viene jaqueado, apenas parece tener movimiento inercial y, por el momento, no parece que haya ningún mandatario de la región, con la fuerza -o la decisión-, como para ponerlo en pie nuevamente, más allá de la foto que cada 6 meses, se sacan todos los presidentes.

No hay comentarios: