sábado, 2 de abril de 2011

TALÓN DE AQUILES


¿EL TALÓN DE AQUILES DEL KIRCHNERISMO?

El “efecto Moyano”, la gran esperanza de la oposición

Por el Dr. Carlos Tórtora (*)

Según un trabajo realizado por la consultora Opinión Autenticada, la imagen negativa de Hugo Moyano tocó un record del 79% cuando dos semanas atrás anunció la realización de un paro en represalia por el exhorto librado por el ministerio fiscal helvético, medida de fuerza que luego fue levantada. Sólo el 6,3% de los consultados apoyó al líder camionero. Estos números contrastan con la imagen positiva bastante alta de CFK. Restablecida ahora en forma ostensible la alianza entre ambos, uno de los interrogantes que se abre es si Moyano funcionará como un lastre que desmejore la tendencia de la imagen y la intención de votos de Cristina.

La instalación del líder de la CGT en el centro del ring político no parece ser un episodio aislado. El acto masivo en la 9 de julio que la central sindical convoca para el 29 de este mes está pasando a ser un hecho político central. Por primera vez, no se trata de una movilización apuntada a objetivos sindicales ni a reclamos salariales. Será lisa y llanamente la partida de nacimiento del partido sindical en el marco movimientista del justicialismo. Siguiendo la conocida metodología gremial de reclamar el 100 por ciento para luego ceder algo en la negociación final, es probable que Moyano no coloque los candidatos a vicepresidente ni a vicegobernador de Buenos Aires, pero sin duda que cosechará una importante cantidad de bancas nacionales y provinciales.

Una bandera para la campaña

Así como el “efecto Cristina” habría favorecido los resultados obtenidos por el Frente para la Victoria en Catamarca y Chubut, algunos opositores especulan con que el “efecto Moyano” puede llegar a restarle al gobierno un porcentaje importante del raleado voto de clase media con el que cuenta actualmente. Los más optimistas incluso predicen que la sociedad con él le restará al gobierno la suficiente cantidad de votos como para obligarlo a disputar la segunda vuelta. Obviamente, todavía no se conocen encuestas que avalen en la práctica esta teoría. Pero sí consta que el protagonismo creciente de Moyano sólo consigue aumentar su imagen negativa. La sociedad Moyano-CFK, en sus términos actuales, parece proporcionarle entonces a la oposición un libreto valioso para la campaña electoral que, por el momento, sólo están utilizando intensivamente Elisa Carrió, Francisco De Narváez y Ernesto Sanz.

Todo indica, mientras tanto, que el gobierno optó por el mal menor. Confrontar con Moyano hubiera sin duda mejorado las relaciones entre CFK y la clase media. E impulsar su procesamiento en la causa de la mafia de los medicamentos podría haber tenido una enorme repercusión positiva. Pero el camionero jugó bien sus cartas: amenazó con contaminar la campaña electoral desatando una escalada de agitación sindical que, sin duda, tendría consecuencias nefastas sobre el humor de los votantes. La extorsión surtió efecto y la Casa Rosada optó por la paz. Los nuevos acuerdos no están exentos de tensiones, pero es dudoso que a partir de mayo -cuando se entre en el terreno de las definiciones electorales- el gobierno se atreva a reabrir la confrontación con la CGT.

Una imagen de CFK rehén del moyanismo parece ser entonces, hoy por hoy, el perfil más promisorio para la oposición. Pero no todos los presidenciables están en las mismas condiciones. Mientras que los radicales y Carrió se sienten cómodos planteando que se auditen los fondos sindicales, Mauricio Macri procura eludir el tema. Es que una ofensiva de los gremios moyanistas contra el Gobierno de la Ciudad podría desatar en la misma una situación insostenible.

En el Peronismo Federal también hay matices, porque no hay duda de que Gerónimo “Momo” Venegas y Luis Barrionuevo se beneficiarán con el pacto CFK-Moyano, en la medida en que Norberto Oyarbide se vería inhibido también de avanzar contra ellos en la causa de la mafia de los medicamentos. Moyano no sólo consiguió que el gobierno lo convierta en su principal aliado, sino que le está abriendo al sindicalismo en su conjunto un camino que Raúl Alfonsín y Carlos Menem parecían haber clausurado definitivamente: el de la participación gremial en el poder político.

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