miércoles, 21 de abril de 2010

LAS HERMANITAS POBRES



-Las hermanitas pobres
Por Omar López Mato

www.notiar.com.ar


El 22 de Mayo de 1810, después del discurso del Dr. Villota, donde se proponía convocar a un congreso general para que las provincias del Virreinato del Río de la Plata decidiesen en conjunto que posición asumir ante la caótica situación que se vivía en España, tomó la palabra el Dr. Juan José Paso.


Después de alabar la figura de Villota (que la Junta condenaría al exilio pocos meses más tarde), Paso describió la gravedad del asunto, e instó a que dadas las circunstancias se hacía imprescindible que la ciudad de Buenos Aires tomase a su cargo la resolución de separar al Virrey del cargo, ya que la prisión de Fernando VII hacía caducar su mandato. La propuesta fue aclamada y así se llegó al Cabildo del 25 de Mayo, no sin antes dejar bien claro que las demás provincias debían ser convocadas a un Congreso General.

Cómo vimos, desde antes que naciera la Patria, nos debatimos sobre la problemática de las provincias y su capacidad de autodeterminación en cuestiones políticas y económicas.

En el seno de la Primera Junta, se gestó el primer enfrentamiento.

Saavedra defendió el espíritu federal –respetando el derecho a opinar de cada provincia.

Moreno y Paso, en cambio, defendieron la jerarquía porteña. La formación de la Junta Grande marcó la derrota morenista (detalle que algunos revisionistas progres pasan por alto). Mariano Moreno prefirió iniciar un viaje a Inglaterra, sin saber que sería el último.

Le siguieron años de guerra para definir el sistema de gobierno y cuando después de Caseros se decidió dictar una ley suprema, los porteños que habían clamado por una Constitución, intentaron por todos los medios hacer fracasar el Congreso del ’53 porque Urquiza quería usar los fondos de la Aduana para abonar la deuda mantenida con el Brasil por su asistencia durante la campaña de Caseros.

Desde entonces el federalismo proclamado por la Constitución se ha enfrentado con un unitarismo de facto, la cabeza de Goliat que se devora a “las hermanitas pobres”, como despectivamente los porteños llamaban a las otras 12 provincias de la Confederación.

En doscientos años de historia no hemos podido lograr una ecuación cercana a la justicia. Cada año cada provincia debe pelear contra distintas suertes por su porción de la torta que constituye entre el 50 y el 90 % de sus ingresos.

La primera pauta de coparticipación se estableció en 1934 y establecía un 50% entre gobernaciones y Nación. En 1988 se fijó un 58% para las provincias y en un 42 para la Nación, estas proporciones fueron variando, hoy en día el 60 % es para la Nación y el 40 % para las provincias.

Pero aquí está la trampa: las retenciones no son coparticipables y de esta forma distorsiona estas proporciones y así la nación se adueña del 73 % y las provincias solo el 27 %.

Encima el sistema tiene desequilibrios internos. Un santacruceño tiene el doble de ingresos públicos que un chubutense (de allí el enojo de Das Neves) y un riojano cuenta con 150 % más ingresos públicos que un salteño.

El tema se presta a extensos debates –como el del sexo de los ángeles –cumplimos doscientos años de historia y no hemos podido acordar sobre un tema esencial como el que nos atañe, con el agravante que las actuales autoridades –en sus tiempos ex gobernador y cónyuge respectiva- practican esta impúdica restricción coparticipativa, que obliga a las autoridades provinciales a someterse a la voluntad de la todopoderosa Kaja, cayendo en algunos casos, en lamentables actos de obsecuencia.

La sangre derramada, las luchas entre hermanos y los años de guerras civiles necesarias para lograr el consenso de un sistema político federal es menospreciado por la soberbia oficialista solo atenta a su propia conveniencia. Callando al Congreso solo callamos los reclamos de las provincias, que es como decir que silenciamos a los argentinos.

Solo pedimos un poco de grandeza.

Quizás sea demasiado pedir.

omarlopezmato@gmail.com

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