viernes, 9 de abril de 2010

NEGAR LA REALIDAD


El Liberal - 09-Abr-10 - Opinión

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EDITORIAL
La única estrategia es negar la realidad

La situación inflacionaria que hasta ahora ha sido negada sistemáticamente por el Gobierno nacional continúa lacerando los bolsillos de la gente sin que hasta ahora se encuentren soluciones a este problema.

Distintos economistas de diferentes vertientes ideológicas desde los más liberales, pasando por los heterodoxos y aún los más estatistas han puesto énfasis en señalar que los precios han crecido más de lo conveniente durante este primer trimestre. Pero la única estrategia oficial hasta ahora, ha sido la que se viene manteniendo desde hace varios años y que consiste en reconocer sólo lo que dice el Indec como una verdad que no admite cuestionamientos.

Sin embargo, en la vida cotidiana, la gente realiza cada vez mayores esfuerzos económicos para poder realizar sus compras de primera necesidad. El año pasado, las diferentes consultoras privadas señalaron que la inflación cerró entre un 15 y 17% anual. Esta semana, el Indec divulgó datos respecto de que hubo una reducción en los niveles de pobreza en el país, con información recabada en el último trimestre del año pasado. Aún con esa reducción hay más de 4 millones de argentinos que no pueden alimentarse y adquirir los bienes y servicios básicos para desarrollar su vida. Pero para el Estado, durante toda la recesión que se vivió en buena parte del año pasado, la pobreza no aumentó sino que sucedió todo lo contrario.

Este año, con una inflación que bordeó el 5% en el primer trimestre según las distintas estimaciones privadas, la situación social se ve mucho más complicada. Aquí el problema es que los aumentos pegan en la franja con niveles de ingresos más bajos de la sociedad y a quienes están sumergidos en la informalidad laboral, que son quienes destinan la mayor parte de sus ingresos a la compra de alimentos. Ahí es donde se siente con mayor crudeza la suba de precios.

Hasta ahora, todos los economistas trazan un panorama de una recuperación económica de corto plazo, amenazada por una posible espiralización de aumentos de precios y de salarios. Esa carrera que amenaza con desmadrarse en cualquier momento, es lo que puede dinamitar estas señales endebles que se ven de crecimiento, que no están sustentadas en otra base más que el miedo de la gente a que el fantasma de la inflación siga retroalimentándose. Por ello adquiere bienes durables, para cubrirse de la pérdida que pudiera tener su poder adquisitivo. Pero son tácticas que duran poco.

Aquí el Gobierno es quien debe comenzar a reconocer los problemas y a encarrillar la situación, colocando una meta veraz de inflación para que cada agente económico actúe en función de ello y no sobre la base de su propia impresión. Al romperse el termómetro del Indec, hoy la expectativa de inflación es la que cada uno intuye. No hay un índice objetivo. Eso es lo que propició el mismo Gobierno. Fue su estrategia de ocultar la realidad, algo de lo que al parecer, no puede salir. O quizá no quiere, porque la inflación también lo beneficia.

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