miércoles, 20 de abril de 2011

ARTURO ILLIA


UNA LINDA HISTORIA, LOS JOVENES TIENEN QUE LEERLA: no dejen de leer



ILLIA en pijama

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Fue la ética sentada en el sillón de Rivadavia
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Por

Alfredo Leuco
Columnista político de Radio Continental en el programa “ Bravo.Continental ”
conduce Fernando Bravo
L a V de 13 a 17
Columna leída al aire el Lunes 15 de noviembre
El sábado, en su glorioso recital, Jairo contó una vivencia estremecedora de
su Cruz del Eje natal.
Una madrugada su hermanita no paraba de temblar mientras se iba poniendo
morada. Sus padres estaban desesperados. No sabían que hacer. Temían que se
les muriera y fueron a golpear la puerta de la casa del médico del pueblo.
El doctor Arturo Illia se puso un sobretodo sobre el pijama , se trepó a su
bicicleta y pedaleó hasta la casa de los González.
Apenas vio a la nenita dijo: “ Hipotermia ”.
“ No se si mi padre entendió lo que esa palabra rara quería decir ”, contó
Jairo.
La sabiduría del médico ordenó algo muy simple y profundo.
Que el padre se sacara la camisa, el abrigo y que con su torso desnudo
abrazara fuertemente a la chiquita a la que cubrieron con un par de mantas.
“ ¿ No le va a dar un remedio, doctor ? ”, preguntó ansiosa la madre.
Y Arturo Illia le dijo que para esos temblores no había mejor medicamento
que el calor del cuerpo de su padre.
A la hora la chiquita empezó a recuperar los colores. Y a las 5 de la mañana
cuando ya estaba totalmente repuesta, don Arturo se puso otra vez su
gastado sobretodo, se subió a la bicicleta y se perdió en la noche.
Jairo dijo que lo contó por primera vez en su vida.
Tal vez esa sabiduría popular, esa actitud solidaria, esa austeridad
franciscana lo marcó para siempre.
El teatro se llenó de lágrimas.
Los aplausos en la sala denotaron que gran parte de la gente sabía quien
había sido ese médico rural que llegó a ser presidente de la Nación.
Pero afuera me di cuenta que muchos jóvenes desconocían la dimensión ética
de aquél hombre sencillo y patriota.
Y les prometí que hoy, en esta columna les iba a contar algo de lo que fue
esa leyenda republicana.
Llegó a la presidencia en 1963, el mismo año en que el mundo se conmovía por
el asesinato de John Fitzgerald Kennedy y lloraba la muerte del Papa Bueno,
Juan XXIII.
Tal vez no fue una casualidad. El mismo día que murió Juan XXIII nació Illia
como un presidente bueno.
Hoy todos los colocan en el altar de los próceres de la democracia.
Le doy apenas alguna cifras para tomar dimensión de lo que fue su gobierno.
El Producto Bruto Interno (PBI ) en 1964 creció el 10,3 % y en 1965 el 9,1 %
“ Tasas chinas ”, diríamos ahora.
En los dos años anteriores, el país no había crecido, había tenido números
negativos. Ese año la desocupación era del 6,1 %.
Asumió con 23 millones de dólares de reservas en el Banco Central y cuando
se fue había 363 millones. Parece de otro planeta.
Pero quiero ser lo mas riguroso posible con la historia. Argentina tampoco
era un paraíso.
El gobierno tenía una gran debilidad de origen. Había asumido aquel 12 de
octubre de 1963 solamente con el 25,2 % de los votos y en elecciones donde
el peronismo estuvo proscripto.
Le doy un dato más: el voto en blanco rozó el 20 % y por lo tanto el
radicalismo no tuvo mayoría en el Congreso.
Tampoco hay que olvidar el encarnizado plan del lucha que el Lobo Vandor y
el sindicalismo peronista le hizo para debilitarlo sin piedad.
Por supuesto que el gobierno también tenía errores como todos los gobiernos.

Pero la gran verdad es que Illia fue derrocado por sus aciertos y no por sus
errores. Por su histórica honradez, por la autonomía frente a los poderosos
de adentro y de afuera.
Tuvo el coraje de meter el bisturí en los dos negocios que incluso hoy mas
facturan en el planeta: los medicamentos y el petróleo.
Nunca le perdonaron tanta independencia. Por eso le hicieron la cruz y le
apuntaron los cañones.
Por eso digo que a Illia lo voltearon los militares fascistas como Onganía
que defendían los intereses económicos de los monopolios extranjeros.
El lo dijo con toda claridad: a mi me derrocaron las 20 manzanas que rodean
a la Casa de Gobierno.
Nunca más un presidente en nuestro país volvió a viajar en subte o a tomar
café en los bolichones.
Nunca más un presidente hizo lo que el hizo con los fondos reservados: no
los tocó.
Nació en Pergamino pero se encariñó con Cruz del Eje donde ejerció su
vocación de arte de curar personas con la medicina y de curar sociedades con
la política.
Allí conoció a don González el padre de Marito, es decir de Jairo.
Atendió a los humildes y peleó por la libertad y la justicia para todos.
A Don Arturo Humberto Illia lo vamos a extrañar por el resto de nuestros
días.
Porque hacía sin robar.
Porque se fue del gobierno mucho más pobre de lo que entró y eso que entró
pobre.
Su modesta casa y el consultorio fueron donaciones de los vecinos y en los
últimos días de su vida atendía en la panadería de un amigo.
Fue la ética sentada en el sillón de Rivadavia.
Yo tenía 11 años cuando los golpistas lo arrancaron de la casa de gobierno.
Mi padre que lo había votado y lo admiraba profundamente se agarró la cabeza
y me dijo:
- Pobre de nosotros los argentinos. Todavía no sabemos los dramas que nos
esperan.
Y mi viejo tuvo razón.
Mucha tragedia le esperaba a este bendito país.
Yo tenía 11 años pero todavía recuerdo su cabeza blanca, su frente alta y
su conciencia limpia.
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