martes, 14 de septiembre de 2010

INDIGNACIÓN.............


: LA INDIGNACIÓN NACIONAL Y LA PENA
Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse (14/09/2010)

En verdad… sin exageración…
No se sabe bien, cual de los dos es el que está más enfermo.

No son las coronarias ni el colon. La falla de ambos, es el cerebro.

El episodio del stent es una nimiedad frente a lo que nos pasa :

A veces la ambición loca puede más que el instinto de supervivencia.

Es como el señor que se le incendiaba la casa y se quedó en medio de las llamas a abrir la caja fuerte para salvar los valores que allí guardaba.

Son dos opciones para ellos : quedarse… o abandonar todo e irse.
La diferencia entre ambas es sólo una trágica evaluación de los riesgos.

El riesgo de sobrevivir sin nada. Huyendo
El riesgo de morir en el intento… para salvar la caja.

La prudencia suele confundirse fácticamente … con la cobardía.
Y el acto temerario… suele ser considerado erróneamente… valentía.

Pero todas son cosas muy distintas.

Los dos monarcas son ambiciosos extremos. Enfermos de ambición … sin ningún escrúpulo en el logro de sus objetivos.
Pero son, esencialmente, cobardes.

Pagarán algún precio para neutralizar las causales de su cobardía.
Razonablemente… deberían huir.
Quedarse… sería huir en otro sentido.
Sería huir hacia delante… ganar tiempo para establecer un blindaje a sus culpas delictuales más evidentes. Y esto es lo más probable

La sociedad… todos nosotros… tenemos un derecho constitucional que desconocemos. Consiste en no tener que esperar un ciclo entero para que se vayan.



La Carta Magna es clara : no se trata de ninguna revolución ni golpe Frente a eso estamos, como he dicho siempre, en estado de impavidez colectiva. Se le vienen diez paros y tres movilizaciones… pero ella responde con carnaval, pan, circo y aplausos a los estudiantes rebeldes.

Y así fatalmente, debe uno llegar a la conclusión de estar en medio de una sociedad cuya actitud política y cívica se corresponde con la conducta de una manada que corre hacia un lugar inexistente.

Acaso por desdén, acaso por terror, por hambre, por abnegación o por todo eso junto… e inconexo.

No se entiende en absoluto la terrible pasividad… casi vacuna de la gente, … el enorme desdén, basado tal vez en cien razones que están alineadas sólo con la angustia personal, con la visión ingenua de algún sofisma, con una aparente estabilidad económica.

O con la chequera… con la “caja”.

Queda la sensación - muy amarga - de que el pueblo argentino, tal como lo vino haciendo en el último medio siglo, prefiere equivocarse.
Prefiere abstenerse de todo… esquivar el compromiso,… salir de los vórtices de fuego… y buscar la poltrona indiferente.

Queda también la sensación de ser uno mismo, el que está en un país que no es el que le corresponde. En un ambiente territorial en el que son justamente los de la peor laya… quienes decidieron y volverán a decidir el ungimiento de los gobernantes.

En un escenario en el que está todo diseñado para comprarles el voto a los pobres, a los subalimentados, a los sub instruídos, quienes, al ser mayoría, impondrán su voluntad al resto.

Da pena que así sea. Pena e indignación.

Pena y piedad por ellos, porque el sistema está armado de ese modo, incluso con una variante rara y absolutamente mañosa del ballotage, existente sólo en otros dos países del mundo (Nicaragua y Ecuador)
(como se ve, formidables ejemplos de “prosperidad” y “calidad de vida”).



En ningún otro país del planeta hay un ballotage que admita menos del 50% para ser el ganador de una elección encaminada en este sistema.

Pena y conmiseración… por aquellos que viven con miedo a perder el cargo público, a perder el trabajo o a perder el subsidio del que comen.

Piedad por el desinterés de la ciudadanía.
Indignación nacional … por esta democracia… esencialmente trucha.

Una democracia tan chanta, que es normal que un político diga lo que no piensa, prometa lo que no va a cumplir, exprese cualquier pavada, esconda sus intenciones y cambie de opinión en función de sus caprichos, sin explicarle a nadie tal cambio.
Y es normal que se crea dueño del Estado y haga de él un coto de caza para sus negocios personales o para sus vicios. Ellos dos son ejemplo.

Una democracia donde nunca será castigado un dirigente político por sus veleidades ó inconsecuencias. No se le han de pedir cuentas porque un día censure y al siguiente idolatre a un contrincante o a otro partido. Y tampoco por enriquecerse ilícitamente en forma salvaje.

Da pena e indignación ver a varios personajes del arte y el deporte, prestarse a ese juego de transfusión de sangre para regalar algún litro de su prestigio sacándose fotos en la rosada con estos mercaderes de la imagen, que los dejarán así, sin una gota.

Indigna que haya gente que les acepte el falso agasajo del palacio, en realidad… en forma resignadamente corrupta - .

Y cuando surja por ventura alguna persona que, por cualesquiera de estas prácticas, descalifique a un político… ó a un partido, entonces todos , como un ejército, sacarán a relucir sus dientes para que, con su magia, vuelvan las acusaciones en contra de quien las dijo :

“Somos una agrupación democrática, somos hombres de la democracia, gozamos de inmunidad democrática”, “hemos sido limpiamente elegidos en unas votaciones libres”, “atacarnos equivale a insultar a varios millones de electores”.




Todos estos son los reproches amenazantes para cualquiera que se anime a criticarlos.

La princesa Alsacia decía : Cuidado ! Atacar lo sacralizado es hereje.
Y … les hacía cortar la cabeza a los falsarios y deshonestos.

Un partido puede ser democrático en el sentido meramente técnico de estar registrado como tal y concurrir a las elecciones, pero puede perfectamente no serlo, ni en su espíritu, ni en su funcionamiento interno (y vemos que no lo es casi ninguno), ni en su defensa de ese sistema político ni, desde luego, en su mínima tolerancia de los demás partidos.

Unos políticos pueden haber sido, en efecto, elegidos en votaciones libres, pero será difícil ó más bien, parece imposible que lo hayan sido “limpiamente” en la Argentina .

No sólo por las manipulaciones antedichas sino porque, sobre todo, habrán sido elegidos en primer lugar - contratados, comprados, premiados ó “fidelizados”- por el aparato de sus respectivos grupos que los colocara en las listas cerradas armadas sobre “negocios a futuro” o devolución de favores.

Y, claro está, criticar, atacar ó incluso descalificar a un político no equivaldrá jamás a insultar a un solo votante suyo :

No ya porque un altísimo porcentaje de votantes opte siempre por una ú otra lista, sólo como mal menor, sin ningún entusiasmo ni, desde luego, por incondicionalidad alguna, sino porque, por mucho que a los políticos y a los partidos les guste considerarse “representantes” de la ciudadanía, a la hora de los hechos lo son en grado mínimo, en nuestra democracia. Son, sin eufemismos, unos perfectos chantas.

Truchos, todos ellos, reyes de la justificación, buscadores de culpas ajenas, lavadores de sus manos, insinceros, irresolutos, grandes trenzadores de arreglos y acróbatas de la promesa.

Lo decisivo aquí, es que son siempre, y en el mejor de los casos, representantes interinos… provisionales.
Azarosos, si se me apura.





Y la prueba de ello, es el modo en que, ellos mismos, cada vez que hay nueva campaña, procuran atraerse precisamente el voto de quienes la vez anterior no se lo dieron, ni los quisieron como representantes suyos.

Digamos en suma, que su grado de “representación” está tan rebajado, tan pálido, tan “televisivo”, su vínculo con los electores es tan teórico, cambiante y superficial, que de ninguna manera se podría hallar veracidad en sus pretensiones de transferir los ataques que reciben al cuerpo de sus votantes.
Esa correa de transmisión que inventaron, es una entelequia.

No hace falta remontarse a cualquier ejemplo de los tiranos que fueron elegidos democráticamente las veces que lo fueron, para recordar que, en un sistema democrático trucho, todo es muchísimo peor que una tiranía.

En este sentido, para lo único que ha de servirles es para recordar a sus enemigos, rivales ó críticos que lo que no puede hacerse con ellos, bajo ningún pretexto, es derrocarlos por la fuerza y sin que medien unas elecciones nuevas. Indigna.

Pero los gastos insólitos y demenciales de los funcionarios y dirigentes políticos a cargo del erario público se podrán justificar siempre, por más escandalosos y superfluos que sean, sólo con “estar contemplados en las nobles partidas presupuestarias legalmente aprobadas”, y así…. hasta el infinito.

El recurso a la solemne legalidad y de la mentira sistematizada ha sido empleado con la misma tranquilidad y desahogo por muchos gobiernos.

Especialmente por el actual gobierno… de la autocracia conyugal.

Un muestrario perfecto de tránsfugas de la moral, empezando por ellos dos, que son los únicos motivos de la pena… y la indignación nacional.

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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